jueves, 26 de marzo de 2020

Vivencias de un enclaustrado (6)


Hay días en que el ánimo se despeña y la desesperación, cunde. Días en los que perdemos la esperanza y la confianza en nosotros mismos. Pero el desánimo no es por mí en particular, porque me considero un afortunado que está (todavía) sano, no ha perdido sus ingresos (pensión), disfruta de las comodidades de su hogar y su familia está confinada pero sana, sino por nosotros como país.

Porque este país ha conquistado un desgraciado récord´: supera ya a China en número de fallecidos por coronavirus, y con una población 70 veces menor que la del país asiático. Algo, por tanto, no se está haciendo bien para que no podamos controlar y frenar la expansión de esta epidemia, como lograron chinos y surcoreanos. Teníamos los ejemplos de aquellos países, además de los de Italia y Japón, y parece que no aprendemos de sus aciertos ni evitamos sus errores. Nos dedicamos a pelearnos entre nosotros.

Antes de unirnos frente a esta pandemia, como dice la propaganda oficial, algunos aprovechan la desgracia para confrontar con el gobierno. Son aquellos buitres de la política que prefieren obtener réditos de una catástrofe sanitaria en vez de ayudar a combatirla. Los mismos que no hacen más que preguntar por qué no se prohibió la manifestación del 8-M (Día de la Mujer) en Madrid, para no tener que hacer la pregunta pertinente: por qué Madrid ha sido tan vulnerable a esta infección hasta convertirse en el mayor foco de la misma. Hacen uso del miedo para instalarnos en la sospecha y las acusaciones gratuitas. Porque, que se sepa, también se celebraron esas manifestaciones feministas en todas las capitales de provincia, sin que produjeran focos de infección tan graves como Madrid. Además, se celebraron en España más de 4000 partidos de fútbol, 680 de baloncesto, 1000 de otros deportes, 18000 misas en sitios cerrados, el congreso de Vox y otras muchas congregaciones de público en cines, teatros, conciertos, centros comerciales, etc., como informa en su cuenta de Twitter Luis Beltri Baudet, y ninguno de ellos desató con tanta virulencia la epidemia. ¿Por qué Madrid?

Que un país civilizado, moderno y relativamente rico, como España, tenga problemas para frenar la infección, a pesar del confinamiento a que nos tiene sometidos, es, más que preocupante, alarmante. Y que nuestros políticos se dediquen a la diatriba partidista en lugar de aunar esfuerzos, es definitivamente frustrante. Por eso no resultan extraños estos altibajos que padecemos. No somos tontos ni crédulos que sólo se dedican a aplaudir. Sabemos que, si ese elevado número de muertos es la ola de la que nos habían advertido, nos están mintiendo. Esto es un tsunami que los desborda. Nos arrasa a todos. Por eso, hoy, el pesimismo hace mella en mí. Lo siento. Dejo la actualidad y vuelvo a Cioran.

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