jueves, 22 de agosto de 2019

Machismo troglodita


Todavía no ha finalizado el verano, ni siquiera el mes de agosto, y el número de mujeres muertas por violencia de género supera ya la cifra del mismo periodo del año anterior. Más de 40 mujeres han sido asesinadas en estos ocho meses de 2019, 12 más que las del curso anterior. Y la macabra lista no deja de crecer. Superan ya el millar las víctimas, desde que se iniciara el recuento en 2003, de este tipo de violencia machista que se ceba sobre la mujer. Y el verano, al parecer. es una estación “mortal” para ellas, y no precisamente por el calor, sino por ese comportamiento criminal que impulsa a determinados hombres a acabar con la vida de su pareja o expareja. Además, 23 menores de edad han quedado este año huérfanos y, probablemente, traumatizados por culpa de un agresor que no sólo destroza un hogar, sino que arrebata la vida al componente más necesario en una crianza: la madre. Desgraciadamente, los hijos se convierten también en víctimas de esa mentalidad machista y violenta que llega hasta el feminicidio cuando no puede mantener una relación sentimental, como no sea con amenazas, opresión y abusos, con su pareja, y ésta decide romperla. La mayor parte de las mujeres asesinadas estaba en trámites de separación, había conseguido el divorcio o dado por finalizado un noviazgo.

No se trata, por tanto, de un problema de violencia doméstica o intrafamiliar, como pretende catalogarlo eufemísticamente la ultraderecha, sino de estricta violencia machista. No se matan entre sí, tanto hombres como mujeres. Es el hombre el que ejerce violencia contra la mujer y la asesina, simplemente, por no dejarse utilizar como un objeto a su disposición y rebelarse contra la humillación a que se la somete. Reconocerlo no es ideología, sino pura constatación de la realidad. Lo demuestra empíricamente el Estudio Mundial sobre el Homicidio 2019, elaborado por la ONU, cuyos datos demuestran que el 90 por ciento de los homicidios de mujeres los comete el hombre. Y esclarece que son ellas, las mujeres, las que “soportan la mayor carga de los homicidios cometidos por sus parejas íntimas y por su familia”. Hablar, pues, de protección a la mujer y de feminismo (igualdad) no es ideología de género, sino de derechos y respeto de las personas, además de justicia a las víctimas de un tipo de violencia particular insoportable: la que se ejerce sobre la mujer por parte de ese machismo que todavía ciega a algunos hombres hasta convertirlos en asesinos.

Pero, lo que es aún más grave, no toda la violencia de género es contabilizada en las estadísticas si el asesino no guarda una relación sentimental con sus víctimas, si la violencia no está provocada por sus parejas o exparejas. Es el caso de Diana Quer y tantas otras, asesinadas por el solo hecho de ser mujer y cruzarse en el camino de un depravado machista, sediento de sexo y sangre. Se persigue, por tal razón, ampliar el espectro de la violencia machista para que contemple la que se produce más allá del ámbito de la pareja o expareja, cosa que ya incluye el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, pero que todavía no tiene desarrollo legislativo ni judicial que permita tenerlo en cuenta.

En cualquier caso, la mate un familiar o un extraño, lo determinante es que la mujer es víctima de una violencia machista que resulta de la desigualdad y los estereotipos de género que aún prevalecen en nuestra sociedad, tan patriarcal, misógina y machista como anhela la extrema derecha y el conservadurismo más rancio y trasnochado de un sector tradicional de la misma. Una mentalidad y unas costumbres que hacen del hogar el lugar más peligroso para la mujer, y del verano, como el actual, la estación más mortífera para su vida. Es terrible la estampa de una mujer -madre, hija, pareja, expareja o desconocida- asesinada durante el verano -o cualquier otra época del año- por un hombre todavía culturalmente dominado por un machismo troglodita. Debemos corregirlo como sea, ya: los políticos, legislando leyes igualitarias; la justicia, aplicando leyes de protección a la mujer; y los ciudadanos, votando en contra de los que banalizan y menosprecian la violencia de género y la igualdad de la mujer. Todos podemos hacer más por erradicar esta lacra.

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