La cantante española Rosalía, cuya música no es de mi agrado
y su perfomance me resulta excesiva y hortera, ha sido premiada en EE UU
por los MTV Video Music Awards al mejor video latino y mejor coreografía. Y tal
galardón ha desatado una controversia muy divertida entre quienes discrepan que
ella sea “latina”, sino hispana o española. Resulta curioso que, a estas
alturas, se discuta (en el contexto de una industria musical en la que la calidad
está supeditada al espectáculo y, por ende, al negocio) la pertenencia de un
artista a un estereotipo racial determinado en una cultura que sólo distingue
entre lo anglosajón y lo demás. Y que lo latino (derivado de latín, cuyas
variantes lingüísticas -el español o el portugués- importaron los colonizadores a América), sirva para fragmentar un legado cultural que debería unir y enorgullecer
a todos los “latinos”, sin distinción entre españoles, portugueses y, para ser precisos, los iberoamericanos (porque como latinoamericanos tendrían que incluir
también a la mitad de los canadienses que habla otro idioma derivado del
latín, el francés, lo que complicaría aún más este rifirrafe). Aunque no deja
de ser una superficial controversia de taberna, el mero hecho de que se
produzca denota hasta dónde puede llegar la parcelación de la identidad y la
manipulación interesada de las raíces culturales con fines, ¡ojalá!, sólo musicales…
Que para los políticos ya tenemos a Trump y compañía, y a cuantos les gustaría
levantar muros y vallas para separar a los pueblos y dividir las naciones.
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