No puede haber romanticismo en el recuerdo infantil de los
huracanes, ni cabe la banalización de su capacidad destructiva y mortífera. Hay
que asumir con realismo su embestida como una catástrofe natural, a la que hay
que enfrentarse intentando prevenir sus efectos y reparando inmediatamente los
daños ocasionados. Y lo primero que hay que atender es a la población, a las
personas damnificadas por el paso de un huracán. Y, después, todo lo demás, los
daños materiales. En esa tarea todo esfuerzo y colaboración es poco, por lo que
la participación de la sociedad civil junto a las autoridades es fundamental
para recuperar la normalidad lo más pronto posible. Por eso me invade la
angustia al no poder contribuir más activamente con la ayuda imprescindible que
exige la situación actual de Puerto Rico, sumido en una catástrofe natural y
financiera que complica enormemente la restauración de la cotidianeidad en la
vida de su gente y en el funcionamiento de industrias, servicios, empresas e
instituciones puertorriqueñas. Quede, al menos, mi aportación informativa desde
esta bitácora como muestra de mi solidaridad con Puerto Rico.
viernes, 29 de septiembre de 2017
Solidaridad con Puerto Rico
El huracán María que
ha pasado de lleno sobre Puerto Rico ha causado más estragos y víctimas de lo
previsto y deseado. Ha barrido literalmente la isla con una fuerza tan
descomunal que pocas cosas han podido resistírsele. El sistema eléctrico fue de
las primeras infraestructuras que rompió como si fuera un hilito de coser. Y
las conducciones de agua reventaron dejando a más de la mitad de la población
sin agua corriente. Las lluvias torrenciales desbordaron ríos, pantanos y zonas
urbanas, anegándolas sin compasión y arrasando, con furia destructora, gran
parte de la red vial de la isla caribeña. Decenas de miles de personas tuvieron
que dejar sus casas para acudir a refugios donde era más seguro aguantar la
embestida del huracán. A pesar de las precauciones, 16 personas fueron víctimas
directas de la fuerza mortal del peor huracán del último siglo en Puerto Rico. La Perla del Caribe ha sufrido tal abrasión que
ahora toca recomponerla y “abrillantarla” para que vuelva a lucir todo su
esplendor.
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