Nadie sabe a ciencia cierta cómo salir de esta situación de
inmovilidad y desidia en la que unos y otros siguen enrocados en sus posiciones
iniciales, salvo Ciudadanos que, para demostrar el giro copernicano de sus
planteamientos electorales, ahora acepta que Rajoy, el implicado en la
corrupción de su partido, continúe al frente del Ejecutivo pero sin apoyarlo explícitamente,
sino mediante la abstención de sus votos. Un sí pero no con el que intenta
camuflar sus veleidades ideológicas, aquellas con las que apoyaba ayer un
acuerdo con los socialistas del PSOE, y hoy, una `entente´ con los
conservadores del PP. Así, pretende presentarse como garante de la
gobernabilidad sin mojarse en apoyar abiertamente con un voto afirmativo a sus
afines ideológicos. Además, exige que el PSOE, que se mantiene en sus trece
desde diciembre pasado, pase del “no” a la abstención, única posibilidad, tras
el “no” de las formaciones nacionalistas, de que el cambalache PP-C´s salga
adelante. El mártir, mientras tanto, aguarda pasivamente que el Gobierno le
caiga del cielo como fruta madura sin hacer nada, sin negociar, sin ceder, sin
buscar acuerdos puntuales o de legislatura, y limitándose a meter miedo: que si
los presupuestos, que si el techo de gasto, que si la multa de Bruselas, que si
las pensiones, que si los funcionarios, etc. Ahora se acuerda de todos esos
colectivos a los que ha castigado en la pasada legislatura con sus recortes,
ajustes, congelaciones de sueldo y pensiones y demás durísimas medidas de
austeridad que nos han llevado a donde nos han llevado: a la precariedad
absoluta en todo, en salarios, trabajo y en expectativas de que nuestros hijos
vivan mejor que nosotros. Encima, el mártir pretende que todos le apoyen para
continuar aplicando la misma política y las mismas recetas…
Y los que piensan en serio en lo que somos y lo que hacemos,
en cómo nos quedamos embobados con la basura audiovisual e idiotizados con la
propaganda, los que reflexionan sobre el papel de los mitos y las instituciones
en nuestras vidas, los que analizan la sopa boba que nos tragamos sin rechistar
mediante el simulacro de información, democracia o creencias con que nos
manejan, esos pensadores se mueren sin que nadie los eche de menos y sin los
tumultos que se organizan en los velatorios de cualquier chiquilicuatre de la
farándula que, después de robar a todo el mundo, quiere pasar por patriota o artista
de sensibilidad especial. Así, en esta España de constantes vitales en
funciones, hasta los cementerios también parecen estar en funciones mortuorias
para acoger a pensadores honestos que fallecen hartos de vivir y de pensar,
como Gustavo Bueno, un filósofo que pocos han leído y ningún político que se
cree ilustre se ha dignado condecorar para evitar el sonrojo de que le pongan
la cara colorada con los recortes en educación y las iniciativas para
arrinconar la filosofía en los planes de estudio. Por eso este país no tiene
costumbre de pensar: se hace lo imposible por erradicar tan peligroso
hábito…
No extraña tanta ignorancia oficial y popular con un hombre
que se preocupaba por “La influencia de la religión en la sociedad española” y
sacaba las tripas de la telebasura con su obra “Telebasura y democracia”, entre
otros asuntos que diseccionó con su pensamiento crítico, poco vulnerable al
conformismo y la estulticia.
La instantánea actual de nuestra realidad es, pues, esa
España buena y mártir, un país caracterizado por los extremos de la más alta
racionalidad que se manifiesta en un pensamiento crítico, tan bueno como
inútil, y la más baja mediocridad que apela a las emociones, no a la razón, tan
útil como infame para disfrazarse de mártir y seguir defendiendo intereses de
clase y un modelo sectario de sociedad, en el que unos pocos viven a cuerpo de
rey mientras la mayoría las pasa canutas. Una España buena y mártir.
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