Volkswagen, la multinacional automovilística alemana, ha sido sancionada en diversos países del mundo por cometer fraude en los motores diésel, manipulados electrónicamente para falsear las emisiones reales de gases contaminantes. Italia ha sido el último país, pero uno de los primeros de Europa, en imponer una multa de 5 millones de euros a la empresa alemana por desarrollar lo que eufemísticamente denomina “práctica comercial incorrecta”. Otros países, como la misma Alemania, Reino Unido o Francia –por citar algunos de nuestro entorno-, han puesto al gigante automovilístico europeo en el centro de sus investigaciones y exigen aclaraciones y las correspondientes indemnizaciones a la empresa por incumplir la legislación medioambiental y estafar a los usuarios que adquirieron esos vehículos. Casi todos, menos España.
Hace ya casi un año, en septiembre de 2015, que las
autoridades de Estados Unidos descubrieron, sin proponérselo, que miles de
vehículos con motorización diésel de la marca Volkswagen (VW) tenían instalado
un software que alteraba y reducía
los datos reales de emisión de gases contaminantes cuando detectaba que el
vehículo estaba en modo prueba (como cuando pasa la ITV , la Inspección Técnica
de Vehículos). Ante las pruebas obtenidas por una universidad de aquel país, el
fabricante alemán tuvo que reconocer que estaban manipulados con ese
dispositivo electrónico más de 11 millones de vehículos. Desde entonces se
libra una batalla judicial y administrativa por fraude y violación de leyes
medioambientales entre autoridades estatales y usuarios contra la empresa a
nivel mundial.
De manera inmediata, en octubre pasado, la Fiscalía alemana
registraba la sede central de VW para identificar a los responsables de un
hecho que estimaron extremadamente grave por dañar la imagen de prestigio y
calidad que caracteriza a la industria de ese país. Por tal motivo, el
Ministerio de Transportes germano encargó a la Oficina Federal de Vehículos a
Motor (KBA) estudiar los niveles de emisiones de gases contaminantes en más de
50 modelos de una veintena de fabricantes para comprobar la veracidad de los
datos suministrados.
Más tarde, conforme se iba extendiendo la magnitud del
escándalo, otros países emprendieron actuaciones similares que contemplan
registros en las instalaciones de la empresa en Francia y análisis de emisiones
en Reino Unido. En otros casos, se ha ido más lejos: Corea del Sur ha
suspendido la venta de estos coches al anular los certificados de homologación
que les había concedido hasta que se compruebe que realmente las emisiones de
gases se ajustan a lo estipulado por la legislación vigente. En el país donde
descubrieron el engaño, Estados Unidos, el Departamento de Justicia ha presentado
una demanda contra la compañía automovilística alemana, a la que exige hasta
46.000 millones de dólares para compensar a los propietarios de los coches.
A la izquierda,. ministro Soria. |
En España, curiosamente, no se ha impulsado hasta la fecha
ninguna iniciativa gubernamental en defensa de los usuarios que han sido estafados
con la compra de vehículos Volkswagen trucados. El Gobierno español ha optado
por inhibirse de exigir responsabilidades al todopoderoso fabricante alemán por
miedo a perder las inversiones en sus fábricas de Pamplona (Navarra) y
Martorell (Barcelona), en las que emplea a cerca de 22.000 trabajadores y
consigue una cifra de negocio de más de 13.000 millones de euros, equivalente
al 1,3 por ciento del Producto Interior Bruto español. De ahí que, pese a las
reclamaciones iniciales de información e indemnizaciones a la empresa por parte
del ministro de Industria de entonces, José Manuel Soria (el mismo que tuvo que
dimitir por mentir sobre sus inversiones en paraísos fiscales), se haya pasado
a aceptar las explicaciones de la multinacional y no castigar con multas y
demandas judiciales a quien ha cometido un fraude tan masivo y descarado.
De este modo, con la promesa de mantener los puestos de
trabajo y las inversiones previstas en sus fábricas, a VW se le concede una
impunidad en nuestro país que no es admitida en ningún otro. Se le tolera que
no respete las leyes y que engañe a los usuarios sin que sufra perjuicio alguno
y hasta se permita no acabar de llamar a los propietarios de los vehículos
afectados para someterlos a revisión ni concretar cuántos vehículos han de
pasar por el taller. Puede hacer lo que quiera. No en balde se trata de un
fraude que las ITV españolas no detectan por cuanto estas miden sólo las
emisiones de dióxido de carbono (CO2) e ignoran las del óxido
nitroso (NOx), cuyo volumen es manipulado por el “software” de los vehículos
diésel. Además, la propia Dirección General de Tráfico (DGT) califica el fraude
de “incidencia”, con lo que los automovilistas pueden seguir circulando sin
ninguna restricción legal ni el fabricante temer ningún problema con la
homologación y venta de sus coches. Así, el Gobierno español solventa la
recomendación de la Comisión Europea ,
que pidió a los 28 estados miembros que amplíen sus investigaciones sobre las
posibles infracciones cometidas por VW, ya que las competencias de las pruebas
de emisión de gases de los vehículos corresponden a cada país.
Pero, ante esta pasividad gubernamental, ha sido la
iniciativa civil la que ha emprendido acciones contra el fraude impune de VW en
España. La organización de consumidores FACUA ha instado infructuosamente al
Gobierno a abrir una investigación que abarque a todo el sector del automóvil
para determinar si se están cometiendo irregularidades en los datos sobre
niveles contaminantes que declaran oficialmente. Esta asociación ha lamentado
públicamente la bochornosa actuación del dimitido ministro de Industria, que se
había apresurado a defender la empresa, al afirmar que no tenía “ninguna
noticia de problemas” en la homologación de los vehículos que comercializa en España.
También la
Justicia ha tomado cartas en el asunto. El juez de la Audiencia Nacional ,
Ismael Moreno, ha abierto diligencias de investigación contra la compañía por
presuntos delitos de fraude, publicidad engañosa y contra el medio ambiente, lo
que comunicó al representante legal de la filial española en una citación.
Queda así patente la pasividad del Gobierno, ante un caso de flagrante
violación de la ley y fraude masivo, al limitarse a asumir los argumentos de la
empresa y decir, como no podía ser de otra manera, que colaborará
“estrechamente” con la Audiencia Nacional ,
sin personarse en la acusación, a pesar de las implicaciones legales que
presenta el escándalo y los perjuicios a las arcas públicas que ocasiona un
fraude en las ayudas que concede el Gobierno a través del Plan PIVE para la
sustitución de los coches contaminantes, ayudas de las que podría reclamar
judicialmente su devolución al fabricante alemán. Tal parece que los intereses
particulares del grupo automovilístico son más importantes para el Gobierno
español que los generales de los ciudadanos. Sólo así se comprende la impunidad
que goza el fabricante alemán en España.
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