Ablación es un concepto que relacionamos con sufrimiento, dolor y sangre. Evoca en nuestras mentes salvajismo atávico, crueldad monstruosa y mutilación desgarradora. Tiene connotaciones de opresión, machismo, superstición e ignorancia. Define el sacrificio y menoscabo de derechos. Remite a prácticas violentas basadas en creencias falsas, en miedos infundados y consideraciones que sirven para preservar desigualdades sociales y abusos de género. Se relaciona con sociedades establecidas sobre la segregación sexual y la condena del placer orgánico de la mujer. Nos hace recordar niñas y mujeres sometidas a amputaciones aberrantes en lo más íntimo de su anatomía por causa de criminales tradiciones misóginas. A ritos que perpetúan el poder de unos con el terror carnicero sobre otros en razón del sexo, buscando someter su sensibilidad y hasta anularla por extirpación física horripilante. En ocasiones, demasiadas ocasiones, significa muerte.
Pero ablación es también un término que significa vida,
aunque esta acepción sea menos común o conocida. Está ligada a la salud recobrada
por la acción de cortar, separar y quitar lo que la quebranta. Viene de la mano
de avances tecnológicos y profundos conocimientos anatómicos de órganos y
tejidos, sobre los que actúa delicadamente corrigiendo defectos fisiológicos. Consiste
en procedimientos médicos que frenan impulsos desbocados mediante cateterismos vasculares
con navegación teledirigida que alcanzan y neutralizan esas fuentes que alteran
el ritmo sincopado del corazón. Interrumpe y anula líneas nerviosas aberrantes
y los miedos que provocan. Separa y extirpa el peligro que conllevan. Proporciona
alegría al enfermo intervenido y satisfacción al profesional que la aplica con
los resultados deseados. De ahí que signifique, en casi todas las ocasiones,
vida.
Se trata, pues, de un sustantivo con el que nombramos dos realidades distintas, que tiene connotaciones opuestas. Yo he sufrido la segunda, que me ha dado la oportunidad de seguir albergando esperanzas e ilusiones, pero me avergüenza, increpa y enerva la primera. Porque es impropia del ser humano y un atentado a la dignidad de la mujer.
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