Todavía hoy se les niega justicia, perdón y memoria. Los
herederos biológicos e ideológicos de aquellos falangistas y franquistas que
desencadenaron una guerra civil movidos por el odio, impiden cuanto pueden para
que no se desentierren esas fosas ni se desarrolle plenamente una ley de
Memoria Histórica que pretende resarcir la dignidad de tantas víctimas
inocentes, condenadas al silencio y el olvido. Tampoco el Parlamento español,
sede institucional de la soberanía nacional en un Estado de Derecho y
Democrático, ha sido capaz de condenar expresamente el levantamiento de
aquellos militares que tanto daño causó al país y lo condenó a padecer una de
las dictaduras más crueles y duraderas del pasado siglo veinte.
Sin embargo, muchos de los que apoyaron el fascismo en
España y todavía, incluso, defienden el recuerdo sectario de los vencedores en
rótulos de calles, plazas, parques, jardines, hospitales, etc., o mediante
estatuas y monumentos erigidos a glorificar la gesta asesina, se prestan ahora
a expresar encendidas loas sobre la figura y obra del poeta granadino, cuyo
asesinato sigue impune: no se han revisado aquella detención y muerte para
declararlas ilegales y nulas, ni se ha condenado moral y políticamente a los
autores y régimen dictatorial que lo instaron y perpetraron. Por eso es
oportuno, hoy y siempre, recordar la muerte de Federico García Lorca,
ajusticiado por su mentalidad progresista, ser un destacado hombre de letras
que puso su intelecto al servicio de la causa de la República (Grupo de
teatro La Barraca ,
etc.) y no ocultar ni tampoco hacer alarde de su condición homosexual, todo lo
cual, ante los ojos retrógrados e intransigentes de la derecha cavernícola, lo
convirtieron en una víctima propiciatoria, y su asesinato, ejemplarizante de la
actitud con que iban impartir venganza los vencedores hasta mucho más allá de
finalizada la guerra. Hasta hoy.
Hay, pues, que recordar a García Lorca, Antonio Machado,
Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez y cuántos fueron “silenciados” con la
muerte o el exilio por no claudicar de sus ideas, mantenerse fieles a la
legalidad, no secundar el odio y la barbarie de los insurgentes y fueron
víctimas de la vesania fascista. Perseguidos y condenados por defender la
libertad y deberse a su pueblo, al que admiran y retratan en poemas,
teatro, novelas y cuentos.
Hoy se cumplen 80 años de una infamia cometida contra todos ellos y contra ese pueblo al que se dividió arbitrariamente para purgar a los que no se adhirieron al “movimiento” de los matones que impusieron una dictadura bendecida por el nacionalcatolicismo, la burguesía caciquil y los militares desleales a la democracia y la legalidad. Federico García Lorca, percibiendo las nubes que iban a traer tinieblas durante décadas sobre este país, abanderó el rechazo de los intelectuales a los que empuñaron las armas contra sus hermanos y su pueblo, despeñándolos a una guerra civil fraticida que permitía rendir cuentas impunemente contra todo sospechoso de disentir de los criminales sediciosos. Uno de esos sospechosos, por tantos motivos, fue Federico García Lorca, poeta y dramaturgo. Eliminaron la persona y desaparecieron su cuerpo, pero no han podido sustraernos de su obra, en la que cada página, entre el lirismo y el costumbrismo, revela sus ideas liberales y su compromiso con la libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario