Susana Díaz |
En uso de sus prerrogativas como presidenta de la Junta , Susana Díaz adelantó por
pocos meses las elecciones autonómicas en Andalucía, confiando en que la
apuesta favoreciera el objetivo de todo partido político: acceder o mantenerse
en el Poder. Y lo consiguió a medias. Retuvo el respaldo mayoritario de la población,
pero sin conseguir mayoría absoluta. El Partido Popular, principal partido de
oposición y ganador por número de votos en las últimas elecciones, sufrió un
gran batacazo al ver reducido su número de escaños en el Parlamento andaluz,
pasando de 50 a
33 diputados. Y la irrupción de partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos,
confirmaron el pronóstico de las encuestas y los convirtió en imprescindibles
“llaves de la gobernabilidad” a la hora de apoyar cualquier alternativa viable
de Gobierno. Es esa fragmentación parlamentaria lo que me indujo pensar que
Andalucía estaba abocada al diálogo, suponiendo sensatez, sentido común y
generosidad democrática con los ciudadanos en unos partidos que, a lo que
parece, carecen de tales virtudes. Tras dos votaciones en el Parlamento
andaluz, la candidata a la
Presidencia no ha conseguido aglutinar los apoyos suficientes
para su investidura. Todos se acusan entre sí de intransigencia para el diálogo
y de la inestabilidad en la que mantienen a la región. Pero nadie da su brazo a
torcer hasta que se celebren las elecciones municipales del 24 de mayo, en las
que se prevé que unos y otros se necesiten mutuamente para conformar mayorías
en numerosas localidades. Todos, pues, aguardan el cambalache.
Líder del PP andaluz, Juan M. Moreno |
Quien más claro lo manifiesta es el Partido Popular con su
propuesta de dejar gobernar a la lista más votada, una iniciativa que no practica
(no vota en consecuencia en el Parlamento andaluz, dejando gobernar al PSOE)
hasta que el resultado de las elecciones municipales le permita negociar la
estabilidad del Gobierno de la
Comunidad a cambio de que se les deje gobernar en los
Ayuntamientos donde consigan ser la minoría mayoritaria. Es, en cualquier caso,
lo que siempre se ha hecho, con la única salvedad de que ahora coinciden en el
tiempo los comicios municipales y el autonómico en Andalucía. Pero estos
cambalaches, en todas las ocasiones, se han realizado a espaldas de la opinión
de los ciudadanos, a quienes se les hurta la posibilidad de que decidan
democráticamente acerca de la cuestión. Se negocia en despachos contra el
criterio expresado en las urnas y en función de intereses partidistas, hasta
alcanzar incluso acuerdos “contra natura” entre formaciones totalmente opuestas
en su ideario con tal de impedir –o apear- del poder a una minoría mayoritaria,
unas veces a favor del PP, otras del PSOE y las menos en beneficio de Izquierda
Unida u otros partidos locales o nacionalistas.
Juan Marín, líder de Ciudadanos |
Susana Díaz confiaba en el apoyo, o al menos la abstención,
de las formaciones cercanas ideológicamente al Partido Socialista Obrero Español
en una segunda votación, cuando sólo se precisa mayoría simple de votos
favorables. Pero el bloque opositor sigue votando en contra de su investidura,
a pesar de haberse alcanzado algún preacuerdo que presagiaba la posibilidad de
formar Gobierno en el plazo previsto. Díaz buscaba desesperadamente ese acuerdo
con Podemos y Ciudadanos a través de unas negociaciones mantenidas por sus
lugartenientes que a punto estuvieron de sellar el pacto con la rúbrica de un
acuerdo contra la corrupción y en favor de la transparencia en la gestión de la Junta de Andalucía. Sin
embargo, ambos partidos han endurecido, en el último momento, sus condiciones y
exigen requisitos adicionales –la dimisión efectiva de los expresidentes Cháves
(diputado nacional) y Griñán (senador, ya dimitido) y garantías por escrito de
no mantener cuentas institucionales con bancos que desahucien a los
propietarios de viviendas con deudas hipotecarias- para apoyar con su
abstención la investidura de la candidata socialista. No desean que, ante la
proximidad de nuevas elecciones, el “voto útil” les socave la confianza de los
ciudadanos en favor de los partidos tradicionales que, en última instancia,
asumen la responsabilidad de gobernar en solitario o en coalición. Esperan
poder mantener, al menos, la condición de “imprescindibles” en futuras
coyunturas antes de formalizar acuerdos de legislatura en Andalucía.
Teresa Rodríguez, líder de Podemos |
Tal situación de “interinidad” gubernamental podría
resolverse definitivamente con la instauración de un sistema electoral a doble vuelta, en el que los ciudadanos resolverían con su voto la elección de una
autoridad (nacional, autonómica o municipal)
entre los candidatos con mayores posibilidades que no alcanzan la mayoría
absoluta en una primera elección, sin depender de negociaciones de partidos. En vez de dejar gobernar a la lista
(minoritaria) más votada, serían los ciudadanos quienes determinarían
democráticamente la opción que más les convence. Tal procedimiento electoral responde
a situaciones, como la actual en Andalucía, caracterizadas por la atomización
de la representación política y la pérdida de las mayorías absolutas, lo que provoca
el bloqueo y paralización de las instituciones y la inestabilidad gubernamental
cuando los partidos no logran ponerse de acuerdo. Pero debería ser una
propuesta que se incluyera en los programas electorales de los grandes partidos,
capaces de impulsar proyectos legislativos, en próximas elecciones
generales, para que se debata y acuerde serenamente en las Cortes que surjan
con ese mandato popular.
Evidentemente, los partidos emergentes, que ya ocupan el
espacio que arrebatan a las formaciones
tradicionales, rechazan este sistema porque temen que la doble vuelta electoral
perjudique sus posibilidades de representación y de gobierno en comunidades y
ayuntamientos. También los partidarios de la “lista más votada” se manifiestan
en contra de una propuesta a la que ha aludido la candidata socialista a la Junta de Andalucía. Pero lo
que desea Susana Díaz es su investidura inmediata, por lo que expresa una
estratagema que, en caso de existir, facilitaría su elección, y no una
convicción por la mejora de la calidad de la democracia en España. Lo que busca
desesperadamente Susana es convertirse en presidenta de la Junta de Andalucía, cuando
quizá lo que corresponda, ante la falta de apoyos parlamentarios, sea convocar
nuevas elecciones y que sean los ciudadanos los que decidan con su voto. O implantar
la doble vuelta en nuestro sistema electoral. Ninguna de las dos opciones es
inmediata ni gratis. Tienen un coste, además del económico, pero restituyen la
responsabilidad democrática en los ciudadanos. Sin cambalaches ni chalaneos
partidistas.
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