Al igual que la ciudad de castellanomanchega, Montoro se encarama en lo alto de unos cerros a los que rodea un Guadalquivir extasiado con la panorámica de unas casas colgantes que se reflejan en sus aguas. Pero en vez de un Alcázar, es la torre de
Un puente también rojizo, de cuatro arcos de medio punto,
une un barrio del otro lado del río con el casco urbano gracias a las
aportaciones que las damas del pueblo hicieron para su construcción a finales
del siglo XV, donando sus joyas. De ahí que el puente sea denominado como el de
las Doncellas o Donadas.
Cual réplica fidedigna, Montoro también alberga en sus
calles alguna urna con la imagen de la Virgen , que en nada envanece a la de los
Alfileritos toledana; cuenta con un Museo del pintor local Antonio Rodríguez
Luna, ubicado en la antigua Ermita de San Jacinto, donde se custodian sus obras
como si se tratase El Entierro del Conde Orgáz, del Greco; y alberga hasta una
fábrica de mazapanes, La
Logroñesa , que desgraciadamente no abre todo el año.
Únase a todo ello una rica gastronomía en la que destacan el
salmorejo y flamenquín cordobés, un paisaje de olivares que trepan por la
serranía en verdes filas disciplinadas, los pantanos y embalses que a pocos kilómetros
ofrecen un remanso de paz y frescor, y unos vecinos amables y abiertos a la
conversación y la convivencia, y obtendrá una de las razones para visitar a “La Bella Escondida ”. No siempre
los mejores destinos son los más publicitados, sino esos rincones de nuestra
tierra que por humildad ni se atreven a reclamar su visita. Pero merecen la
pena. Les recomiendo se sorprendan con la hospitalidad y la belleza de Montoro,
una réplica de Toledo en Andalucía.
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