Bajo la denominación Ni un paso atrás en nuestros derechos, nosotras decidimos, colectivos agrupados en la plataforma Movimiento Feminista de Sevilla, formado por múltiples asociaciones y mujeres a título individual, organizarán toda una batería de propuestas con las que intentarán “apropiarse del espacio público y compartir experiencias”. Además de la manifestación que recorrerá el sábado el centro de la ciudad, están previstas una perfomance en
Enmascarados en hábitos y costumbres sociales que minimizan
el machismo y la misoginia en las relaciones de pareja, la desigualdad de
género y otras discriminaciones legales que sufre la mujer favorecen, en casos
extremos, la aparición de una violencia que es imposible erradicar de forma
definitiva en nuestras sociedades. La envergadura de este problema queda de
manifiesto en un estudio reciente de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE , encargado por el Parlamento
europeo, según el cual más de 62 millones de mujeres en Europa han padecido
violencia física o sexual, más de 100 millones han sido acosadas sexualmente y
10 millones han sido privadas de su libertad incluso dentro de sus propias
casas.
Es decir, una de cada tres mujeres adultas del Viejo Continente
ha experimentado violencia física o sexual, y una de cada 20 ha sido violada. Y eso sin
contar que el 67 por ciento de las mujeres maltratadas por su pareja no
denuncia la situación. Se trata, pues, de un grave problema que, en lo que
llevamos de año, ha causado la muerte a 14 mujeres en nuestro país, la última,
ayer mismo. No es algo que suceda en países del tercer mundo o
subdesarrollados, sino en la
Europa del primer mundo y en nuestro ámbito de convivencia.
El progreso material y educativo en las sociedades modernas no lleva apareado
la consideración automática de la mujer como persona que disfruta de igualdad
de derechos y oportunidades que el varón. Parece lo contrario. De los datos del
estudio citado, se detecta un porcentaje mayor de maltrato de la mujer entre
los países nórdicos que en los del sur, figurando España entre los que ofrecen
cifras más bajas de maltrato por parte de la pareja.
Aparte de otras explicaciones y consideraciones, no es que
los nórdicos sean más machistas que los del sur. Sino que, a mayor
concienciación, mayor capacidad de denuncia de estas lacras que explotan a la
mujer como ser subordinado al hombre. Los acosos sexuales, los “techos de
cristal” que impiden la promoción de la mujer, la discriminación laboral y
salarial y un paternalismo trasnochado que persigue el mantenimiento de
privilegios y desigualdades por razón del sexo, son algunas de las causas que
mueven a la mujer a reivindicar sus derechos, a no renunciar de sus conquistas
legales y a exigir la ruptura de un tipo de relación patriarcal por otro basado
en la equidad y la igualdad en la pareja.
Existen, por tanto, sobrados motivos para teñir de violeta
el mes de marzo en Sevilla y en el mundo. Para no cejar en el empeño de que la
mujer detente los mismos derechos que el hombre y goce de las mismas oportunidades
para su desarrollo personal y profesional, sin que deba estar sometida o
tutelada ni por el hombre, ni la iglesia ni el gobierno. Desterrar el machismo que
hace prevalecer discriminaciones y conduce a la violencia de género es una
tarea que incumbe a todos, no sólo a las feministas. Porque los Derechos Humanos
han de estar vigentes en todos los países y amparar a todas las personas, sin
distinción. Hasta que ese objetivo no se cumpla, al menos, en relación con el
trato a la mujer en nuestro país, el Día de la Mujer debería celebrarse no sólo cada 8 de marzo,
sino todos los días del año. Por una cuestión de dignidad. Y la dignidad no
tiene sexo.
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