En la capital les aguardaba un despliegue policial de más de
1.600 agentes antidisturbios, además de efectivos de la Guardia Civil y Policía
municipal para evitar desórdenes y destrozos, a pesar de que la manifestación
contaba con la correspondiente autorización de la Delegación del Gobierno.
Semejante fuerza “disuasoria” parece demostrar que las autoridades
gubernamentales no se fían de la libertad de expresión y manifestación de los
ciudadanos y mantienen una presencia alerta que, más que disuadir, logra
estimular a grupúsculos extremistas para enfrentarse a las Fuerzas del Orden.
Ninguno de los colectivos integrantes y los miles de
ciudadanos participantes de la
Marcha de la
Dignidad deseaban que se generara la más mínima violencia en la
manifestación. Sin embargo, los medios de comunicación de derechas, afines al
Gobierno, no cejaron desde semanas antes de la manifestación de resaltar el
presunto carácter “radical” de la misma, insinuando que obedecía a consignas de
formaciones “violentas” de izquierdas. Los ideólogos intransigentes de la derecha
se afanaron desde las tertulias en las que intervienen en criticar ferozmente la
convocatoria de las marchas y en lanzar insultos contra las figuras más
representativas que las apoyaban, como el actor Willy Toledo (quien leyó el manifiesto
que cerraba las marchas), al que acusan de tener un chalet en Cuba y venir sólo
a dar lecciones a los españoles. O el Sindicato Obreros del Campo, liderado por
Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda (Sevilla), al que tildan de
impresentable por “ocupar” simbólicamente fincas y “requisar” carros de comida
de los supermercados.
Con todo, a pesar de los insultos y la provocativa presencia
de la policía, la Marcha
de la Dignidad
se realizó sin apenas incidentes para una manifestación tan numerosa y que
pretendía exteriorizar el “cabreo” de los ciudadanos contra una gestión del
Gobierno que entienden los castiga innecesariamente. Decenas de miles de
personas, procedentes de todos los rincones del país, colapsaron el centro de
la ciudad y se dispersaron tranquilamente, salvo los puntuales casos de
enfrentamientos aislados que dejaron un saldo de veinte policías heridos e
igual número de detenidos por vandalismo y agresiones. Algo semejante a lo que
ocurre en cualquier partido de fútbol de los considerados de “alto riesgo”,
pero con menor trascendencia.
Se quería menospreciar y tergiversar el mensaje contra los recortes que los ciudadanos pretendían transmitir al Gobierno de
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