Para este “parto” de nueve meses de sesudo trabajo no se
necesitaban estas alforjas tan iluminadas. Porque lo que se parió fue un “ratón”
de reforma fiscal que incide en la doctrina recaudatoria más ortodoxa, aquella
que no contempla “particularidades” que amortiguen desigualdades y se limita a extraer
recursos de forma ciega, es decir, vía impuestos indirectos, especialmente. La
aparente “progresividad” del impuesto sobre la renta del trabajo (IRPF), el que se
paga en función de los ingresos salariales, queda anulado con las exenciones
fiscales en renta y patrimonio que disfrutan las grandes fortunas, y toda una
panoplia de impuestos indirectos que deben satisfacer todos los consumidores
por igual, independientemente de su nivel de renta. Rebajar cosméticamente los
primeros para mantener o subir de forma importante los segundos, es el truco más
ramplón que hasta Montoro puede ingeniar para engordar las arcas del Estado. No
hacía falta el parto tan largo de unos “sabios” tan previsibles como los que
acaban de entregar su informe-ratón al Gobierno.
Son tan “listos” que proponen que hasta la vivienda habitual
grave como renta y se eliminen (de hecho, ya se han eliminado) las bonificaciones
fiscales que favorecían la compra de un techo donde vivir. Para tranquilizar a
los ciudadanos, la vicepresidenta Soraya de Santamaría ha tenido que salir de
inmediato a decir que esta posibilidad no se contempla en los planes del
Gobierno y que las propuestas de los sabios son consultivas, no vinculantes. ¡Menos
mal! Ya respiro tranquilo hasta que el Gobierno lleve al Parlamento su prevista
reforma fiscal…
Porque conociendo cómo piensan, qué ideas les mueven, qué
iniciativas han tomado y a quiénes benefician todas sus “reformas”, traducidas
en recortes a los ciudadanos y “ayudas” a los poderosos, pocas modificaciones
contendrá la reforma fiscal del Gobierno sobre el contenido de las propuestas
de los “sabiondos” hacendísticos. Al
final, como siempre, tocará pagar más a los que menos tienen, y menos a los
acaudalados. ¿Van a tirarse piedras sobre su propio tejado?
Y es que yo, en esto de Hacienda, no puedo ser “neutral”,
porque no comprendo que un señor con una simple nómina soporte una presión
fiscal alrededor del 25 por ciento, más toda la retahíla de impuestos indirectos
y tasas municipales en vigor, mientras un ricachón con fincas pueda desgravar
hasta el coche de lujo que utiliza por declarar como una sociedad todos sus
ingresos e invertir en una sicav*, al 1 por ciento. Y si lo cogen con la “pasta”
en Suiza, le premian con una “amnistía” fiscal para que “regularice” su dinero
en España. Si esta es la clase social que influye y participa en las decisiones políticas y
económicas del país, hay que temer lo peor de la próxima reforma fiscal que
anuncia el Gobierno. ¿No es para ponerse a temblar?
* Sociedad de inversión colectiva de capital variable.
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