El día lucía brillante y bullicioso, pero yo lo sentía plomizo y solitario tras la ventana. La gente inundaba las aceras de conversaciones que se mezclaban con el ruido de los coches, aunque yo sólo oía el silencio que me embargaba. Por mucho que buscara, no encontraba tu rostro ni tu nombre, ningún número que me llevara a ti. Mi memoria se apagaba intentando perseguirte desde la soledad de una habitación. Fuera de ella, la vida se desenvolvía en medio del tráfico donde escudriñaba tu recuerdo. Te alejaste del desierto que habito porque preferías la multitud.
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