Comienza oficialmente la temporada de vacaciones, de la búsqueda de rupturas de la cotidianeidad que nos hagan el año menos monótono y más llevadero, como si pudiésemos escapar de las inercias que nos conducen del nacimiento al polvo sepulcral. El calor despierta nuevos ánimos que el sudor se encarga de limpiar de una piel cuarteada por tantas insolaciones inútiles. Sin embargo, cada temporada enciende la ilusión rediviva de hallar el camino propio a la felicidad, al encuentro al fin de uno mismo, la propia manera de ser. Mi camino jamás recorrido.
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