sábado, 25 de agosto de 2018

Piensa el ladrón…


Nadie se queda con un carrito de supermercado, a menos que lo robe. Los que se apropian de lo que no es suyo, sean carritos o carros, tienen un calificativo, aunque muchos de ellos crean que hacen lo que los demás no se atreven hacer. Se equivocan: no es que los demás no tengan valor de quedarse con lo ajeno, sino que no están dispuestos a traicionar la honradez de sus conductas. Tal vez esa diferencia abstracta, la de guiarse por un código de conducta, basado en la ética y el civismo, parezca insustancial para el que ama el delito, puesto que considera que todo el mundo participa de su misma condición, que afana cuanto se le antoja. Por eso se ve en la obligación de asegurar con cadena y candado lo que, en realidad, no le pertenece, pero que protege como si fuera de su propiedad. No vaya a ser que se lo sustraigan no de un supermercado sino del medio de la acera. Su prevención no hace más que ratificar la validez del refrán: “piensa el ladrón…”. Y no, no todos somos de su misma condición, “amigo” del carrito.

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