¿No va contra toda objetividad histórica la existencia de
entidades dedicadas a tergiversar la Historia con versiones edulcoradas que
manipulan los hechos con la intención de convertir en referentes morales a personas
que han protagonizado sus más negras páginas, violando sin recato los derechos
humanos? ¿Qué hace un monumento supuestamente religioso y una fundación
supuestamente cultural en memoria de tan sanguinario personaje y sus cómplices
y colaboradores? ¿Es que acaso como
pueblo no somos capaces de reconocer un pasado vergonzoso, de llamar a las
cosas por su nombre y defender con orgullo la democracia que nos reconoce en
igualdad y libertad frente a nostálgicos de pesadillas que enfrentaron a los
españoles y de los adalides de tiempos oscuros de opresión que hay que conocer
pero no maquillar ni enaltecer? ¿Cuándo la verdad, la justicia y la honestidad
histórica brillarán en nuestra pusilánime democracia, que no tiene arrestos de
enfrentarse desde las ideas y la legalidad contra los que persiguen despreciarla
y aniquilarla?
¿Cómo, si están prohibidos los actos de odio y se castigan
como delitos cualquier iniciativa que haga apología del terrorismo, de la
violencia y del enfrentamiento entre los españoles, una fundación que
reivindica todo ello desde el enaltecimiento del máximo responsable que promovió
una guerra e impuso la opresión y la división en bandos irreconciliables de los
españoles, no está prohibida y castigada penalmente? ¿Cómo es posible que en
España no esté tipificado como delito el franquismo del mismo modo que el nazismo
en Alemania? ¿Por qué se tolera la exhibición de símbolos y gestos de aquel
régimen dictatorial con total impunidad? Si en Italia y Alemania se considera
delito el simple saludo fascista, ¿qué impide en España erradicar cualquier
apología del franquismo? Aunque sea humano que familiares y simpatizantes pretendan,
a titulo particular, recordar y guardar los restos de sus deudos, es higiénico
socialmente impedir y prohibir todo reconocimiento, homenaje y actos de
enaltecimiento de un dictador y su grupo de golpistas, ejemplos despreciables y
nefastos de nuestra historia.
Por ello, no se comprende que, a estas alturas de nuestra mayoría
de edad democrática, persistan las muestras de admiración y vasallaje hacia un
dictador que jamás se arrepintió de sus crímenes ni del odio que sembró entre
los españoles. Ni que, por cuestiones legales o intereses ocultos, no se impida
a los herederos directos del dictador seguir disfrutando del botín de guerra
que atesoró mientras confundía el país con su patrimonio y propiedad, y que obligó
a sus súbditos a rendirle pleitesía mediante dádivas en demostración forzosa de
gratitud por su “providencial” levantamiento nacional desde la traición, el
odio y el rencor. Por eso nos preguntamos con asombro, ¿existe aún una Fundación
Francisco Franco en España? ¿Existen fundaciones empeñadas en ensalzar la
memoria de personajes que destacaron por infligir el odio y la muerte entre los
españoles? ¿Hay derecho a tolerar la existencia de asociaciones y fundaciones
que glorifican la ideología fascista? ¿Hasta cuándo?
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