Ese poder de convocatoria por medio de las redes sociales,
que comenzó reuniendo a más de 40.000 personas que reclamaban que se mantengan
dos hospitales completos en Granada, se extendió rápidamente a otras
provincias, como Málaga, Huelva y Sevilla, aglutinando la indignación ciudadana
contra las “fusiones” hospitalarias y contra lo que tachaban de “nefasta”
gestión de la Sanidad
pública en Andalucía. Todas aquellas “mareas blancas” fueron, durante el
transcurso de este año, promovidas o secundadas por el infatigable agitador
granadino, quien no dudaría en asumir la autoría y el protagonismo de un
movimiento “popular” que lo consideraba un héroe y que desde el Gobierno
andaluz era percibido con sorpresa y temor.
Sorpresa por la capacidad de aglutinar, al margen de las organizaciones
representativas (sindicatos, asociaciones profesionales, etc.), el descontento
social por una gestión sanitaria que no era peor ni mejor que la de cualquier
otra autonomía; y temor por la habilidad de enfrentar ese descontento, como si
de un adversario político se tratase, a los gestores de la política sanitaria
del Gobierno andaluz. La “espontánea” emergencia de este líder, hábil en movilizar
a las masas a través de las redes sociales, causaba, más que extrañeza, recelo,
por cuanto no se limitaba a reclamar medidas laborales o profesionales, sino a
cuestionar toda la política sanitaria de la Junta de Andalucía. De hecho, sus vídeos están
trufados de denuncias de despotismo contra el Gobierno andaluz, al que acusa de
nombrar a dedo a sus consejeros, quienes, a su vez, de manera “clientelar” eligen
a unos gerentes hospitalarios sumisos y poco
válidos porque apenas han ejercido la medicina en su vida, según “Spiriman”.
Con semejantes manifestaciones en su cuenta de Facebook, logra atraer miles de
seguidores dispuestos a ratificar y secundar sus protestas e iniciativas. Afirma
combatir la precariedad financiera, el deterioro de la calidad sanitaria y la
política de fusiones hospitalarias porque persigue una Sanidad “digna”, pero
sin aportar alternativas que sean viables y sostenibles. Y es que detrás de sus
acusaciones generalizadas y peticiones insostenibles existe una intencionalidad
ideológica y política, como correspondería a cualquier adversario político en
un Parlamento o una tribuna partidista. Maneja una mezcla verdades y mentiras
en un cóctel populista que resulta sumamente eficaz para seducir a una
población descontenta con los recortes y la austeridad que se han cebado con el
sector público. De ahí su éxito a la hora de convocar a las multitudes y de recibir el apoyo que le brindan los ambientes
(sociales, mediáticos, políticos) enfrentados con el Gobierno andaluz.
Pero no se nos malinterprete. En este blog fuimos de los
primeros en denunciar las fusiones hospitalarias como iniciativa nacida de la
austeridad económica más que de la eficacia asistencial. Sin embargo, siempre
hemos considerado que alguna racionalización era posible si se efectúa con
criterios profesionales y no sólo económicos. Dejábamos un resquicio para que
se nos convenciera de la bondad de aquellas fusiones, ya que no disponíamos de
todos los datos para valorarlas con rigor. Y porque estamos seguros que la
gestión de los recursos sanitarios no se hace contra nadie, sino con voluntad
de sacar el mayor provecho de los siempre escasos presupuestos para obtener los
máximos beneficios asistenciales, estableciendo prioridades. Es decir, que ninguna
Administración actúa de oficio con mala fe o ligereza, aunque puede
equivocarse. Y que los críticos tampoco se mueven siempre con un desinteresado
propósito de conseguir mejoras para los ciudadanos. A veces, tienen intenciones
ocultas y estrategias espurias para manipular. Por ello, en las actuaciones del
médico activista granadino se exhala un tufo sospechoso, dada su intransigencia
y la generalización de sus acusaciones.
Sin aportar ningún estudio sobre los beneficios o perjuicios
que podrían ocarrear las fusiones hospitalarias y demás políticas sanitarias,
“Spiriman” las rechazaba y obligaba derogarlas con el argumento de que
perjudicaban la atención sanitaria de la población, no ayudaban a eliminar las
listas de espera y servían para reducir personal de los hospitales, cuyas
plantillas ya sufrían los efectos de los recortes presupuestarios por la
imposibilidad de sustituir bajas y jubilaciones, no por despedir a
trabajadores, como hicieron en otras comunidades. No era de extrañar, pues, que
esas demandas fueran seguidas no sólo por los usuarios de la sanidad pública,
sino también por muchos trabajadores de los centros hospitalarios. Las calles,
como cabía esperar, se llenaron de batas blancas que exigían más inversión, la
parálisis de las fusiones y el cese de los responsables y gestores sanitarios. Todo
ello dirigido y controlado a través de Internet por “Spiriman”, el “supermán”
de los sufridos indignados con la sanidad andaluza.
Sin embargo, a este médico que trabaja a media jornada en
las Urgencias del Hospital Virgen de las Nieves de Granada, pero con recursos
para poseer empresas y dirigir una fundación, empiezan a lloverle las críticas,
fundamentalmente por su incontinencia verbal. Habituado a ser seguido y
aplaudido, no tolera que se le lleve la contraria. Profiere insultos y
descalificaciones hacia todo el que no piense como él, como hace contra los
responsables sanitarios del Gobierno andaluz en sus vídeos. No admite la
discrepancia y arremete contra compañeros sanitarios, políticos, taxistas o
periodistas. Nadie se libra de ser objeto de sus arrebatos verbales. Por tal
motivo, en el hospital donde trabaja han elevado un escrito a la Comisión de Igualdad en
el que le acusan de “ataques machistas y acoso psicológico”. Al parecer, sus
compañeras femeninas de profesión que difieren de sus opiniones están hartas de
aguantar sus insultos, en los que comete presuntos delitos de odio, contra el
honor y contra la discriminación e igualdad entre hombres y mujeres. Incluso
han solicitado al Colegio de Médicos que intervenga para frenar la escalada de
insultos y descalificaciones personales que prodiga Jesús Candel, alias
“Spiriman”, cuando se le rebate.
Hasta el Colegio de Periodistas de Andalucía ha tenido que
intervenir, por las amenazas que ha lanzado este líder a profesionales de la
información, haciendo pública una nota en la que considera inaceptable la
defensa de cualquier causa, por justa que sea, mediante descalificaciones
personales, insultos y amenazas. Y aprovecha para recordar que la libertad de
expresión no ampara este tipo de recursos.
Pero nada de ello frena el empeño de rebeldía de “Spiriman”,
el médico generalista convertido en el activista más popular de la sanidad y
líder autoelegido de unas “mareas blancas” que han doblegado el brazo a la Junta de Andalucía y
paralizado algunas de sus políticas sanitarias. Al contrario, se siente
perseguido y víctima de una campaña de desprestigio por sus críticas
“políticas” y movilizaciones ciudadanas. Y ello le anima a seguir batallando en
nombre de todos y bajo mandato de nadie por “su” idea de una Sanidad pública
“digna”, aunque la Historia
demuestre que los seres providenciales, que se creen en posesión de la razón y
los demás equivocados, acaban hundiendo lo que intentan salvar o estrellándose
contra la realidad. Este ha sido el primer año de “Spiriman”, todo un
personaje.
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