Bartolomé Esteban Murillo |
Una tarea ingente sobre un artista universal que con sus
obras revolucionó la pintura barroca de su tiempo para convertirse en precursor
de la pintura moderna. Y es que hablar de Murillo es hablar de Sevilla, ya que
el pintor estuvo vinculado durante toda su vida a esta ciudad, centro
administrativo del comercio con Indias en el siglo XVII y símbolo de una gran
metrópolis, en la que su obra concitó el interés de instituciones,
fundamentalmente eclesiásticas, y
particulares. En ella comenzó a pintar obras costumbristas, de corte tenebrista
y luz uniforme, en las que aborda el retrato (Justino de Neve, Don Andrés
de Andrade, etc.), escenas de la vida cotidiana de la sociedad de su tiempo
(Niños comiendo melón y uvas, Vieja espulgando a un niño, etc.), y las
imprescindibles iconografías religiosas, para posteriormente evolucionar hacia
las transparencias, los contraluces y un colorido fluido con los que ejecutaría
esas bellas y delicadas inmaculadas, en las que se especializó, realizando más
de veinte cuadros de inmaculadas (Concepción
Grande, Inmaculada Concepción de El Escorial, Inmaculada Concepción de Santa María la Blanca , etc.) en su
vida de pintor. La calidad y la excelente factura de su pincelada, con las que
creó un estilo propio, pronto le granjearon un merecido reconocimiento que se
tradujo en los numerosos encargos que recibió por parte, fundamentalmente, de
clientes religiosos (iglesias, fundaciones, conventos, etc.) que lo convirtieron
en el pintor más importante y popular de Sevilla. En la actualidad, templos, palacios,
hospitales, fundaciones y museos cuelgan en sus paredes parte destacada del
patrimonio artístico de Murillo que se ha podido conservar en la ciudad que lo
vio nacer, aunque otra parte, no menos importante, o bien fue saqueada durante
la invasión napoleónica o repartida por la Desamortización de
Mendizábal (la ciudad se quedó sólo con 47 lienzos de los 400 Murillos que
tenía antes del saqueo, según el catedrático de la Universidad de Sevilla
Enrique Valdivieso), o bien ha ido a parar a instituciones o coleccionistas extranjeros.
La práctica totalidad de la producción pictórica de Murillo -que
se estima en más de mil obras, de las que se conservan poco más de 400- se elaboró
en Sevilla, la ciudad natal del pintor y en la que falleció en 1682. Ya de niño
manifestaba aptitudes para el dibujo, razón por la que, a los 14 años, ingresó
en una de las cuatro escuelas de pintura que había por aquel entonces en la
ciudad, la de su pariente Juan del Castillo, donde no tardó en destacar. A los
22 años establece su propio taller de pintura que le permite ganarse la vida
pintando cuadros que vende en ferias de los pueblos o a encargos para el Nuevo
Mundo. Conoce copias de cuadros de Van Dyck y la pintura flamenca y veneciana, lo
que le motiva a perfeccionar su estilo. Para ello marcha a Madrid y consigue trabajar
en el estudio de Velázquez, el otro gran pintor sevillano afincado en la Corte , quien le abre las
puertas de los palacios reales de Madrid, Toledo y el Monasterio de El
Escorial, dándole oportunidad de conocer y admirar, incluso copiar, obras de
diferentes y grandes maestros, como Zurbarán, Ribera, Rubens, Tiziano,
Caravaggio o el mismo Velázquez, el pintor interesado por los misterios de la
luz. Tras este período, de apenas dos años, Murillo regresa a Sevilla, donde se
consagra como un reputado pintor y funda una Academia de Dibujo, de la que es
el primer presidente y cuya dirección comparte con Francisco de Herrera el
Mozo. Al poco tiempo, tras el fallecimiento de su mujer, deja el cargo y es
sustituido por Juan Valdés Leal, y comienza su época de más fecunda actividad,
recibiendo numerosos encargos que hacen que sus pinturas sean disputadas por
diversas instituciones religiosas.
Es la época en la que pinta lienzos para el Claustro del
Convento de San Francisco y para el de San Francisco el Grande (La cocina de los ángeles), ambos de
Sevilla. También es requerido para pintar el retablo de los Capuchinos de Cádiz
y, en Sevilla, lienzos para la Iglesia Santa
María la Blanca ,
pinturas para el retablo mayor y capillas laterales de la Iglesia de los Capuchinos,
el Monasterio de San Agustín, el Hospital de la Caridad e, incluso, para la Sala Capitular de la Catedral hispalense.
Aunque a Murillo se le conoce fundamentalmente por sus obras
religiosas, en las que destacan sus vírgenes e inmaculadas, también sobresale
por expresar con gran realismo la vida de los niños pobres y mendigos de la
calle (Niños comiendo fruta, Niños jugando a los dados, etc.), hasta
el punto de que Hegel, en su Estética, lo considera el primer artista moderno
por sus cuadros de temática infantil, en los que refleja, con gran dignidad, la
sociedad que le toco vivir.
Bartolomé Esteban Murillo es el pintor sevillano, junto a
Diego Velázquez, más importante de España y el artista español que mayor
reconocimiento tuvo en la
Europa de su tiempo. Sus obras se exhiben en el Museo del
Prado de Madrid, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, el Louvre de París, el
Leningrado de Rusia, y en galerías y palacios de buena parte del continente
europeo, sin olvidar las iglesias, conventos y capillas de Sevilla, Cádiz y
otras ciudades.
Ahora, con ocasión del IV centenario de su nacimiento, se
podrá conocer y admirar en Sevilla una amplia muestra de las obras de Murillo, con
60 originales y más de 100 reproducciones en alta resolución, recorriendo un
itinerario cultural y turístico casi rectilíneo por los lugares y espacios más
representativos de su vida y su arte. Un itinerario que enlaza, por una punta,
el Museo de Bellas Artes, que contará con cerca de treinta cuadros originales y
dos reproducciones; pasando por la
Iglesia de la
Magdalena (zona en la que nació y fue bautizado), la Catedral de Sevilla,
donde se expondrán una veintena de obras en la Sacristía Mayor ,
el Trascoro, la
Capilla Bautismal , la Sala Capitular y
anexos; el Hospital de la
Caridad , la entidad privada con más Murillos del mundo, y
acaba, por la otra punta, con el Real Alcázar, el Hospital de los Venerables y la Iglesia de Santa María la Blanca. Otros sitios
por donde discurrirá el itinerario lo conforman el Ayuntamiento de la capital
andaluza, el Palacio Arzobispal, el Archivo de Indias, la Casa
Murillo , la
Casa de los Pinelo, el Palacio de las Dueñas, el Convento de
San Leandro, el Convento de los Padres Capuchinos, la Capilla de la Expiración de la Hermandad del Museo, el Monasterio de San Clemente y el Convento del Carmen (actual
conservatorio de música), todos ellos con obras del pintor sevillano.
Una oferta cultural y una ocasión única para descubrir y
conocer una de las figuras más representativas del patrimonio artístico de
Sevilla, la ciudad de Murillo.
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