No sólo a nivel personal, sino también ideológico o tribal, apreciamos la paja en el ojo ajeno e ignoramos la viga en el propio. Acusamos a otros de sectarios o folklóricos, en el más benevolente de los casos, para considerar nuestros hábitos, a renglón seguido, como ejemplos de virtud y “normalidad”. O, peor aún, nos mofamos de costumbres tan peregrinas y arcaicas como puedan ser las propias, que mantenemos por tradición y a las que exigimos respeto por parte de los demás. Incluso, en un afán maniqueo por desprestigiar y denostar al adversario político o religioso, mancillamos sus peculiaridades indumentarias, idiomáticas o culturales para verter crítica sectaria, sin caer en la cuenta, en páginas subsiguientes, de que ofrecemos un semejante espectáculo sonrojante o ridículo que, no por cotidiano, es menos forklórico, irracional y vergonzante a ojos de cualquier atento y neutral observador. Es lo que le ha pasado al diario ABC de hoy sábado, haciendo demostración de su tendencia ideológica y de su parcialidad informativa: reírse de la paja ajena y demostrar ceguera ante la viga propia con tal de hacer crítica política de lo que pasa en Venezuela.
Usando una fotografía casi a doble página y a todo color, el
articulista de la sección “enfoque” arremete contra la Asamblea Constituyente
chavista de Venezuela, criticable por mil argumentos racionales, políticos y
jurídicos, mediante lo que califica de “exotismo textil” en los representantes de
los pueblos indígenas que conforman la población de aquel país sudamericano. Y
se vale de la indumentaria que exhiben algunos –pocos- de los allí
fotografiados para subrayar la deriva autoritaria o dictatorial del régimen de
Nicolás Maduro, gobernante promotor de la reforma constitucional de su país.
Bajo el título “Por sus batas los conoceréis”, el columnista señala que “la
indumentaria confirma que aquello es una dictadura”, ya que “el exotismo textil
es directamente proporcional a su fobia democrática”. El periódico brinda, así,
con generosidad, un espacio para la mofa de la singularidad indumentaria de
aquella cultura, sin caer en la cuenta de que en la página inmediatamente siguiente
destaca, también a toda página y a todo color, la imagen cuasi pagana de la
escultura idolatrada de una virgen, perteneciente a una religión que prohíbe el
culto a las imágenes, sentada en un trono y que se presta a ser besada en la
mano por los feligreses devotos de la patrona de Sevilla y su Archidiócesis. Si
chocante es el “exotismo textil” venezolano, más chocante aún es la
superstición religiosa de venerar imágenes y adorarlas con besamanos y otros
ritos idolátricos para cualquier lector no contaminado por el sectarismo.
Pero es que, abundando en la incongruencia cultural, en la
página subsiguiente, también perteneciente a la sección “enfoque”, el diario
sevillano publica otra fotografía, esta vez a media página, en la que dos
toreros salen a hombros por la puerta grande de la Plaza de la Merced , de Huelva, después
de torear y matar dos toros con gran regocijo del público, que los premió con
esa “sensata” y nada arcaica manera de llevarlos en andas. Y es que la apología
de la muerte de un animal, para diversión de la gente, es una costumbre en nada
comparable con la diversidad indumentaria de los pueblos de Venezuela. Aquello
es exotismo, esto es una arraigada tradición de la virilidad temperamental
española. Nada comparable. Matar toros es democrático ¡y hasta ecológico!,
vestir trajes regionales es dictatorial y mueve a la chanza. Como sentar
estatuas para besarles la mano es libertad religiosa, en la mejor tradición
liberal, pero representar con la vestimenta a pueblos indígenas es dictadura de
la peor especie.
Y todo en tres páginas consecutivas. Un deleite para quien
goza con las incongruencias mediáticas cometidas por el sectarismo ideológico.
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