Black is black, de Los Bravos.
Estas canciones no responden a un gusto musical determinado
ni pertenecen a un estilo concreto, salvo el pop y el rock, sino al arbitrario capricho
de quien retiene esas melodías aferradas a su vida por mil y un motivo
diversos, a veces contradictorios, aunque generalmente porque le cautivaron en
el instante en que las escuchó por primera vez y porque le hacen rememorar acontecimientos,
un tiempo o unos sentimientos que cree fueron, en su día, felices y agradables,
instantes que vinieron marcados por una banda sonora que los conservó en el
cajón de lo inolvidable.
Let it be, de The Beatles.
Muchas de esas canciones sirven de acompañamiento a una pretérita
y fugaz felicidad y despiertan aún la nostalgia de lo irremediablemente
perdido, pero que deja el rastro indeleble de unas notas musicales con las que
siempre las vinculará la memoria.
Honky tonk women, de The Rolling Stones.
Son canciones que de alguna manera forman parte de mi
biografía, aunque aquí se relacionan sólo
las que constituyen la médula musical de mi identidad personal. Sin ellas yo no
sería el mismo porque no habría vivido lo que ellas me hacen recordar.
Ponte de rodillas, de Los Canarios.
Responden a tiempos distintos y estilos variados, pero todas
se circunscriben a una época en que la música moderna influyó sobremanera en
una generación que estrenaba adolescencia e ilusiones con las que pensaba
comerse el mundo, antes de atragantarse con él.
Tu nombre me sabe a
hierba, de Serrat.
Incluso imaginábamos poder transformar la realidad a golpes
de versos y entonando himnos que señalaban el camino a cualquier lugar ubicado
en la utopía romántica del soñador que fuimos.
My way, de Nina
Simone.
O nos sumíamos en la más profunda e inútil de las
ensoñaciones para bucear en nuestro interior en busca de una paz y una
comprensión que jamás encontramos porque el silencio nunca nos perteneció ni
supimos apreciarlo. Teníamos prisa por vivir y no podíamos quedarnos quietos.
Sonidos del silencio,
de Simon y Garfunkel.
Sin embargo, no renunciamos a balancearnos en las notas
agudas de ritmos que nos transportaban a lejanos paraísos sin necesidad de
acuerdos políticos ni sustancias alucinógenas. Viajábamos sin salir de casa y
con el pasaporte de un sencillo `pick-up´ que nos hacía internacionales y
modernos en ferias y verbenas.
Europa, de Santana.Only you, de Yazoo.
Are you going with me?, de Pat Metheny.
Por eso me gustan estas canciones que acompañaron mi vida y supieron
convertir derrotas en ironías, que
cantan la incredulidad de los perdedores y la desconfianza de los vapuleados
por las leyes y las hormonas, por las deudas y las enfermedades. Con ellas, yo
también transbordo en la estación de la nostalgia, rememorando viejas melodías
que me inducen aun a soñar despierto lo que nunca seré y lo que ya fui: otro que
llena los balcones de sacos terreros, cual trinchera donde defenderse de todos,
también de mi, viejo amigo. Chao.
Transbordo en Sol, de Patxi Andión.
1 comentario:
Como siempre... impresionante, hay canciones como black is black que me han trasladado a la infancia, y esa película que con mis hermanas y mi hermano veía tantas veces, y otra que invitan a cerrar los ojos y subir el volumen, recordando el maravilloso sonido de la buena musica de Nina Simone en un equipo HiFi.
Creo que sólo la buena música consigue llegar a los sentimientos, emocionar y dejar buenos recuerdos.
Muy buen post, entran ganas de hacer un rocopilatorio para viajes en coche.
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