Cuando ya no hablamos a una persona mirándole los ojos sino a un teléfono móvil, cuando ya no leemos un libro ni un periódico sino una pantalla electrónica, cuando ya no compramos en una tienda acariciando la mercancía sino por Internet, cuando ya no escribimos cartas empuñando un bolígrafo y manchando el papel sino mensajes por redes sociales, cuando ya no tenemos amigos a los que abrazar sino cientos de seguidores que clikean páginas informáticas, cuando ya ni las rosas tienen tallos y
espinas sino cables y transistores, cuando todo se transforma en artificio mercantil
de usar y tirar, útil para el consumo, el amor también acabará siendo banal, artificial,
fruto de algoritmos y cálculos electrónicos que nos conectarán con parejas compatibles
y pegadas a un terminar que facilita una relación que era sentimental, ahora
biónica, como esa rosa que han creado investigadores suecos. ¡Maldita sea!
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