viernes, 27 de noviembre de 2015
Siempre viernes
Fue un viernes, de eso estaba seguro, tan seguro como que hoy también es viernes, pero no se acuerda del tiempo transcurrido, si dos, cinco años o cien años. Era viernes porque los viernes son para él días especiales, días señalados en los que su vida cobra algún sentido y cuando suelen suceder hechos que alteran su rutina. El resto de la semana su vida es completamente anodina, aburrida y previsible, cual autómata que ejecuta siempre los mismos movimientos. Pero en los viernes, siempre tan anhelados, se despiertan sus sentidos y emergen expectativas que confieren a su existencia la posibilidad de la novedad, de hacer algo distinto, algo que le satisfaga o, simplemente, algo que desee. Y aquel viernes, cuando las primeras caricias del invierno te cogen desprevenido y sin abrigo, lo tuvieron que ingresar en un hospital. No podía haber sido cualquier otro día de la semana, sino un viernes, precisamente. Por eso lo recuerda y todavía le molesta. Ha olvidado incluso exactamente el motivo del ingreso, si fiebres o palpitaciones, pero el caso es que le fastidiaron el fin de semana. Una excepción que, como no podía ser de otra manera, sucedió un viernes. Como hoy. Como todos. Como siempre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario