La otra buena noticia –si es que puede considerarse buena el
alejar temporalmente la amenazada de salir de la eurozona a Grecia- fue el
acuerdo alcanzado por EE.UU e Irán que evita que los persas, mediante
inspecciones periódicas a sus instalaciones, fabriquen la bomba atómica… de
momento, aunque nada impide que continúen utilizando la energía nuclear con
fines pacíficos. A pesar del rechazo que provoca a los “halcones” de ambos
bandos, el compromiso sólo es fruto de la sensatez en vez de la locura. Ya lo subrayó
Obama al presentarlo: las opciones eran el diálogo o la guerra. Y ha preferido
el sentido común a las bombas, en contra del criterio de Israel. ¿Qué pasará
ahora, tanto en Grecia como en Irán? Que viviremos, provisionalmente, un
poquito más tranquilos, levantando “corralitos” y embargos que castigan
fundamentalmente a los más débiles, al pueblo llano, y no a las élites, sean
políticos o clérigos. A ver lo que dura.
Pero no todo iba a ser buenas noticias. Los yihadistas del
Estado Islámico responden con prontitud a la paz firmada entre Irán y EE.UU.
haciendo estallar un camión-bomba en un nutrido mercado de Irak, matando a más
de 120 personas e hiriendo a cerca de doscientas. El día escogido para la
masacre era la noche del último día del Ramadán, lo que aseguraba el efecto
letal del atentado. La sangrienta actividad de los fanáticos del puesh continúa proporcionando un reguero
de terror y odio allí donde se establece, disputando a Al Qaeda el protagonismo
del terrorismo islamista en el mundo. En este frente de batalla, el precio de
la información y la verdad se paga con la mordaza o la vida de los periodistas.
Las últimas víctimas propiciatorias son tres periodistas españoles
desaparecidos en Siria, uno de los lugares en que se bate el pulso entre los
radicales islamistas, las “primaveras” árabes y los intereses de Occidente. Son
dos reporteros freelance (así anda el
negocio), Antonio Pampliega y Ángel Sastre, y un fotógrafo, José Manuel López,
de los que no se tienen noticias desde el 12 de julio pasado, cuando se perdió
su rastro en la ciudad de Alepo, al norte del país. Por si las cosas no estuvieran
suficientemente caldeadas en la zona, unos colonos israelíes matan a un niño
palestino de año y medio de edad al quemar la vivienda de su familia en
Cisjordania. El hecho, por su crueldad, ha sido tachado por el propio Netanyahu
de “acto terrorista”, lo que no le impide continuar con su política de
ocupación del territorio palestino, sembrándolo de colonias judías.
Israel prosigue, así, su estrategia de desplazamiento de la
población árabe de los territorios palestinos a golpe de hechos consumados y por
la fuerza. Una fuerza que interviene de forma desproporcionada en caso de
enfrentamientos y agresiones. Tan desproporcionada que Amnistía Internacional
acaba de publicar un informe en el que acusa a Israel de cometer “crímenes de
guerra” cuando, hace justo un año, intentó rescatar a un militar secuestrado
por milicianos de Hamás, dejando un balance de 135 civiles muertos y barrios
enteros de Rafah, en la Franja
de Gaza, arrasados “sin miramiento”. Tras la “limpieza” militar, el Gobierno
israelí autorizó la construcción de 300 nuevas viviendas para colonos en
Cisjordania, precisamente el lugar donde la tensión y el odio de los fanáticos
han acabado con la vida de ese niño palestino, quemándolo vivo. Por mucho que se
califiquen los hechos, si no se actúa sobre sus causas, éstos permanecen, se
enquistan y se agravan. Algunos siguen prefiriendo la guerra al diálogo.
Otro que ha desparecido, en este caso definitivamente, es un cómico de
Precisamente, harto de visitar cada mes Cataluña, el rey Felipe
VI se puso serio en la última recepción que ofreció en aquella comunidad, con
ocasión de la entrega de despachos de la 65 promoción de jueces, porque comprendió
que la obsesión independentista de Artur Mas es “irreconducible”. Y es que las
elecciones autonómicas en clave plebiscitarias que están convocadas para el
próximo 27 de septiembre responden a una estrategia obcecada de los
independentistas, impulsada por Artur Mas y Oriol Junqueras, para sortear la Constitución y
elaborar una ley “tránsito” hacia un Estado catalán separado de España. Lo malo
no es que triunfe el “sí” en esos comicios –cosa difícil, al menos con la
rotundidad que sería necesaria-, sino la reacción que adopte Mariano Rajoy
desde Madrid para “reconducir” la situación y obligar a respetar la legalidad.
Más que a los catalanes, temo al Gobierno del Partido Popular en todo este
embrollo, cuyo desenlace no está ni mucho menos claro. Para colmo, el candidato
que eligen los conservadores para tales comicios es un conocido político que
representa a la derecha más intransigente y xenófoba de Cataluña y de la España de la gaviota. Es
decir, en vez de proceder al diálogo y la sensatez, como hace Obama en Irán y
Cuba, optan por la confrontación y la fuerza, al estilo de los sionistas. Los
prudentes, que también existen en nuestro país, confían en que no se llegue a
intervenir la Comunidad
y no encarcelen al President de la Generalitat.
Pero son pesimistas.
Y es que, si ésta es la “renovación” de la que habla el
Partido Popular, retornando a sus “esencias” con caras nuevas y descorbatadas
que en nada modifican ni los usos ni los contenidos ideológicos del partido,
aviados estamos. Por mucho que esté dispuesto el presidente del Gobierno,
reacio visceral a los medios de comunicación, a mantener cuantas entrevistas y
apariciones mediáticas se le pongan por delante, tendrá muy difícil hacer
olvidar sus mentiras y su herencia de recortes y austeridad a raja tabla. Se lo
está poniendo en bandeja a Ciudadanos, la formación que ve con optimismo cómo
el electorado conservador, pero no cavernícola, engrosa sus expectativas de
votos en cada convocatoria electoral. Los populares
están desconcertados con la pérdida a raudales del apoyo ciudadano a su
gestión, de la que no hacen ninguna autocrítica, y a la que consideran artífice
de una recuperación que no a todos alcanza.
Claro que más desconcertados –y conmocionados- están en
México con la fuga espectacular del capo “El Chapo” de una cárcel de máxima
seguridad. El narcotraficante escapó a través de un túnel que sus lacayos
construyeron bajo tierra, comunicando su celda con el exterior. Ni la
vigilancia ni los sensores electrónicos detectaron ningún indicio de lo que se cocía
ante sus propias narices. La “Gran evasión” se queda corta en la comparación a
la hora de elaborar una obra de ingeniería, precisión y osadía como la
protagonizada por el delincuente mexicano, que recorrió el túnel en una
motocicleta, para escaparse de sus carceleros. Y, encima, cobrará derechos de
autor cuando se realice la película.
Menos mal que en Andalucía somos más prosaicos, menos
imaginativos. Mantenemos nuestras rutinas. La juez del caso Aznalcóllar imputa por prevaricación, en la concesión a
Minorbis-Grupo México la explotación de la mina de esa localidad sevillana, a
la directora general de Industria de la Junta de Andalucía, al interventor de ese
departamento y a cuatro miembros de las comisiones técnicas y de contratación.
Nada nuevo bajo el sol… de la corrupción, desgraciadamente.
Todo sucede dentro de la más absoluta normalidad, hasta el
parto de la presidenta de la
Comunidad , Susana Díaz, cuyo embarazo llegó a término a
finales de mes y dio a luz su primer hijo en un hospital público, como
corresponde a un socialista de ley. Ahora, el debate se centra en el tiempo que
estará de baja maternal, cuando lo importante es que consiga ser una mamá
feliz, ya que ello sería síntoma de normalidad biológica y política, sin temor
a los idus de julio ni a las calendas de agosto.
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