Jorge Fernández Díaz |
Rodrigo Rato |
Si ya Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, tuvo que dar
explicaciones en el Congreso de los Diputados por sus mensajes con el que fuera
tesorero y gerente de su partido, Luis Bárcenas, encarcelado a causa de una
pieza separada del caso Gürtel que
investiga la financiación ilegal y los sobresueldos distribuidos entre los dirigentes
de la formación política, explicaciones que apenas convencieron a nadie, ahora
se descubre que otro miembro del Gobierno, el ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, mantuvo una reunión “personal” en su despacho ministerial con
el imputado Rodrigo Rato, al que investiga la Policía Judicial
por presunto blanqueo de dinero, evasión de divisas y otros delitos fiscales.
Si Rajoy aludió en aquella ocasión a la “amistad” para mantener contacto con un
delincuente encarcelado, el ministro esgrime ahora “asuntos personales” para
recibir a otro delincuente en sede ministerial. A nadie se le escapa que la
característica común de estos delincuentes es su pertenencia al Partido Popular
y las importantes responsabilidades que asumieron en el mismo antes de ser
imputados, detenidos y verse envueltos en procesos judiciales por corrupción.
Papeles de Bárcenas de su contabilidad B |
Podría entenderse que una falta de prudencia y la más
desbordante ingenuidad movieron a correligionarios con responsabilidades de
Gobierno a conservar viejas amistades con compañeros caídos en desgracia y cuyo
comportamiento delictivo es ajeno al partido en el que todos militan. Si sólo
se tratara de un caso aislado, podría perdonarse el descuido. Pero ni se trata
de un hecho puntual ni afecta sólo al imputado y sus manejos. El propio presidente
del Gobierno figura como receptor de “sobres” opacos en la contabilidad “b” del
Partido Popular, papeles por los que se juzga al tesorero que él nombró, y el
ministro que no duda en mandar a la policía a disolver manifestaciones de
estudiantes y desalojar familias afectadas por un desahucio, abre las puertas
de su despacho a un “compi” exministro, diseñador de la política económica
neoliberal que enriquece a los ricos y empobrece a los pobres, tan experto en
finanzas que es cogido haciendo trampas, para hablar de “lo que le está pasando” con
este fuego “amigo” que sufre en la actualidad.
Más que la desfachatez de amparar a delincuentes “amigos”
por parte del Gobierno, lo realmente grave de estos hechos es la cada vez más
innegable constatación de que, detrás de esos comportamientos, la corrupción
que afecta al Partido Popular es estructural, supone una forma de financiación consolidada,
al margen de la legalidad, basada en adjudicaciones públicas a cambio de
comisiones y “donativos”, de la que se aprovechan aquellos actores insertos en
la trama y cuya avaricia es inversamente proporcional a sus convicciones éticas
o morales. Lo realmente peligroso de los casos de corrupción que afectan al
Partido Popular, partido con responsabilidades de Gobierno, es el deterioro que
provocan -¡ojalá que no de forma irreversible!- en la confianza ciudadana por
la política, en la idoneidad del sistema democrático y en la credibilidad de
las instituciones. La desafección, el hastío y el repudio que invade a los
ciudadanos, al asistir impávidos a comportamientos más propios de familias
mafiosas que de organizaciones políticas, abonan la aparición de fenómenos
populistas, a derecha e izquierda, que germinan del descontento de la gente.
Mariano Rajoy |
Estos “amigos” delincuentes ponen en evidencia la actitud
“comprensiva” del Gobierno para con los suyos caídos en desgracia, resaltan el
atropello que se comete contra el Estado de Derecho para que los “amigos” sorteen
la aplicación rigurosa de la Ley
y la Justicia ,
sin distingos ni privilegios, y ponen de manifiesto la magnitud de un mal, cual
es la corrupción, que parece ser consustancial al sistema y al ejercicio de la
política en nuestro país. Rajoy con sus mensajitos y Fernández Díaz con su
reunión demuestran ser asequibles a los corruptos y no muros de contención frente
a los mismos. Lo malo de las amistades peligrosas es que turban la rectitud y
convicciones de los que las aceptan y contagian el relativismo de su moral.
Como se le exigía a la mujer del César, el Gobierno también
no sólo ha de ser honrado y honesto, cumpliendo la legalidad, sino parecerlo. Y
no parece ético ni estético que los valedores de las leyes den cobijo y
atiendan a los que las incumplen y las violan, aunque sean compañeros
ideológicos y amigos “personales”. En cualquier democracia de nuestro entorno,
con las que nos equiparamos, un comportamiento como el del ministro del
Interior, recibiendo en su despacho a un correligionario inserto en un proceso
judicial, hubiera dado lugar a su inmediata destitución. Eso es lo que haría un
presidente de Gobierno si no se comportara del mismo modo que su ministro y se
abstuviera, él también, de atender a compañeros encarcelados. Un Gobierno, como
un hijo, no puede andar con ladrones…
No hay comentarios:
Publicar un comentario