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Femen, el grupo
feminista que suele acabar detenido tras sus actividades, atrae la atención hacia
sus denuncias con los senos desnudos o pintados con palabras alusivas a los
motivos de sus protestas. Consiguen así una difusión de sus reivindicaciones
que de otra manera pasarían inadvertidas. Compiten con una publicidad que hace
lo mismo, mil veces más persuasiva y potente, pero con fines totalmente
distintos. Los pechos al aire de las manifestantes pretenden sensibilizar de
situaciones, leyes, actuaciones y abusos que siempre perjudican a la población
o a los más débiles e indefensos, sean personas, pueblos, animales o la naturaleza. Es decir,
no persiguen venderte un coche haciéndote creer que con él serás irresistible
para las mujeres, sino que reconozcas la inteligencia de la mujer para decidir
sobre su embarazo y abortar si quiere, por ejemplo.
O para denunciar que, sin ser necesario, criemos en las
peores condiciones y luego matemos animales por el capricho de vestir sus
pieles y aparentar un “estatus” social, no para protegernos del frío, gracias a un
baño de sangre cruento e inútil. Justo eso es lo que buscan los activistas de la asociación AnimaNaturalis que
posan desnudos en Barcelona, tintados con sangre artificial, para repudiar la matanza de
animales y arrancarles la piel que promueve la industria peletera. Es una iniciativa provocativa que llama la
atención. Muchos de los que reciben la imagen percibirán sólo la desnudez de
los protagonistas, pero algunos de ellos comprenderán el mensaje simbólico que
traslada y podrán, al menos, recapacitar sobre un problema basado en la
industria de la vanidad humana y evitarán sucumbir a sus provocaciones
publicitarias. Mientras más se reproduzca la fotografía en los medios de
comunicación, a los que accede gracias a la desnudez, más difusión tendrá la
protesta y más conciencias podrán agitarse de su adormecimiento.
El desnudo como forma de protesta es eficaz, siempre y cuando
se haga de manera delicada, con respeto y arte, y sin abusar del recurso. Su
continua repetición anularía el efecto sorpresa y provocador para convertirlo en
un simple reclamo comercial más, carente de originalidad y vacío de atractivo. No es el caso de esta fotografía que nos hace
aborrecer a los asesinos de animales que nos cubren con su pelaje.
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