Todo hubiera quedado en anécdota si no fuera por los
desmentidos y algunos hechos. La historia de Francisco Nicolás Gómez saltó a
los periódicos hace unas semanas, cuando se supo que “Fran”, como suele ser
llamado, había sido detenido por la
Unidad de Asuntos Internos de la Policía. La pregunta fue
inmediata: ¿Cómo un adolescente con cara aniñada, que ni es policía ni
funcionario de ningún Cuerpo o Fuerza de Seguridad, es arrestado por una unidad
que sólo investiga casos de corrupción y anomalías dentro de la Policía ? La respuesta que
dio el ministro de Interior, en declaraciones posteriores, fue insatisfactoria y
poco convincente. A partir de ahí se sucedieron las especulaciones con las que
dar pábulo a la fábula del “pequeño Nicolás”, a la que el propio protagonista contribuye
con manifestaciones y entrevistas en unos medios de comunicación que alargan el
“filón” informativo, por rocambolesco que parezca.
Es así como nos enteramos de que el dicharachero “agente” Nicolás
había asegurado que trabajaba como “charlie” en el CNI (Servicio Secreto
español), además de colaborar con la Zarzuela y la Moncloa , y que había mediado en la imputación de
la infanta Cristina en el caso Noor
e, incluso, en la consulta catalana del 9 N. También que había revelado detalles
del protocolo para acceder a las instalaciones del CNI y presumido de tener
relaciones con personalidades que, aunque algunas las han desmentido, otras muy
significativas se han visto obligadas a confirmarlas, no sin antes precisar que
habían sido por simple cortesía. Así, se descubrieron contactos con Carlos
García Revenga (secretario personal de la infanta Cristina), Miguel Bernad
(secretario general de Manos Limpias), Cristóbal Martel (abogado de los Pujol),
Jorge Cosmen (presidente de la compañía de autobuses ALSA), Miguel Ángel
Moratinos (exministro de Exteriores del PSOE) y Jaime García Legaz (secretario
de Estado de Comercio), entre otros.
Se ha sabido, igualmente, que el “pequeño Nicolás” había
utilizado coches oficiales del Ayuntamiento de Madrid, acudido con invitación
al acto de proclamación del rey Felipe VI, subido a la sede del Partido Popular
de Madrid en la noche del triunfo de las pasadas elecciones generales, visitado
numerosos empresarios y despachado con altos cargos de varias administraciones.
Evidentemente, todas las instituciones del Estado citadas han negado estas
relaciones o las han matizado, hasta el punto de que la propia vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de
Santamaría, para quien el lenguaraz Nicolás decía haber trabajado, ha tenido
que desmentir en dos ocasiones cualquier tipo de relación con el joven
ambicioso y fantasmón.
Ante tal cúmulo de medias verdades y grandes mentiras, lo
sensato sería una actitud de desconfianza e incredulidad. Porque lo cierto es
que Francisco Nicolás es un chaval de 20 años, con cara de recibir muchas
collejas en el colegio, procedente de una familia de clase media afín al PP, en
cuyos círculos juveniles pronto se integró, desde que tenía 15 años, como pez
en el agua. Su “pinta” de niño bien y su “oratoria”, con la que podía “enrollarse”
fácilmente, le sirvieron para, desde la agrupación local de los populares de Chamartín, estar siempre
cerca y a disposición de los cargos y personajes de la política en cuántos
actos, charlas y reuniones se organizasen. Es probable que de ahí surgieran los
primeros nombres y contactos de su agenda de teléfonos, y también las ínfulas
de ser un “halcón” (o pollo de rapaz) para la política y los negocios. Es lo
que veía y lo que aprendía con innegable provecho, ya que es muy fácil, desde
dentro, conseguir invitaciones, acompañar a autoridades y ser parte del
“decorado” en las actividades e iniciativas del partido. Sin embargo, ello no
explica ni el conjunto de sus supuestas “relaciones” ni, mucho menos, los
hechos más delicados de su historia, por muy fantaseada que haya sido
elaborada.
Lo más inaudito de este asunto es la implicación del CNI, por
los detalles que revela el “pequeño Nicolás”, y la intervención de la Unidad de Asuntos Internos
de la Policía. Ni
uno ni otra se preocupan por las andanzas de un zagalón con delirios megalómanos
para medrar. En este aspecto, al menos, resulta sospechoso que, a pesar de las
desautorizaciones y amenazas de querellas a instancia de la Moncloa , exista evidencia de
“granos” entre tanta paja como contiene este enredo. Da para pensar que,
efectivamente, algo hay de cierto en las afirmaciones de “colaborar como agente
charlie” del joven militante del PP y en algunos de sus encuentros con altas
personalidades. Y hasta cierto punto no son descabelladas.
No todos los agentes secretos son esbeltos “james bond” con
irresistibles encantos físicos y sorprendentes habilidades, en cuanto a
inteligencia, adiestramiento militar y recursos técnicos. También hay simples
soplones que, por su apariencia, sirven para infiltrarse en colectivos
estudiantiles, siempre tan heréticos con el poder, ambientes juveniles en
barrios, asociaciones, entidades y mil lugares similares, incluidas las propias
formaciones políticas. Un “espía” en formación de esta naturaleza, con pájaros
en la cabeza, puede “desvariar” y pretender “saltar el escalafón” al creerse
más listo que nadie, ser invulnerable y tener la tentación de lucrarse con sus
conocimientos, relaciones y contactos. Tener sólo 20 años y haber saludado al
rey, estrechado la mano de exministros, secretarios de Estado, alcaldes,
empresarios, expresidentes del Gobierno y otros altos personajes hacen que más
de uno pierda la prudencia y, lo que es peor, pretenda ignorar su
insignificancia. Pero si, encima, “colaboras” como agente secreto de nuevas
generaciones, no resulta extraño que te presentes como “Nicolás, pequeño
Nicolás”, querida.
Naturalmente, el CNI no dirá ni pío. Y Soraya de Santamaría
lo negará. Como en las películas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario