Pero cuando mostró su verdadero talante soberbio y
despreciativo fue a la hora de asumir sus responsabilidades en la cadena de
errores que determinaron que una auxiliar de enfermería acabara contagiada por
ébola después de exponerse al tratar a los dos religiosos atendidos en España. Errores
que condujeron a extremar las precauciones y mejorar unos protocolos
asistenciales manifiestamente insuficientes. Sin embargo, el responsable de la
sanidad madrileña se dedicó a insinuar que la auxiliar podría haber mentido en
relación a la fiebre que padecía, lo que había dificultado el inicio de un
tratamiento temprano. Incluso se atrevió a dudar de su padecimiento al afirmar
que la enferma no debía estar tan mal cuando se fue a la peluquería. Ante la
terquedad de una enfermedad que se presenta contra todo pronóstico, el
consejero recrimina a la paciente su torpeza, ya que “para explicar a uno cómo
quitarse o ponerse un traje (de aislamiento) no hace falta un máster”. El
doctor Rodríguez nunca demostró sus habilidades para hacerlo y la única
fotografía de él con una bata para prevenir el contagio por contacto da
vergüenza.
Entre tanto, las autoridades sanitarias del país, movidas ya
por el pánico, destrozan el piso de la auxiliar a la hora de desinfectarlo,
sacrifican al perro sin someterlo a aislamiento ni comprobar si estaba
infectado, generando un escándalo mayúsculo entre las asociaciones defensoras
de los animales, y la vicepresidenta del Gobierno desplaza a la ministra de
Sanidad, Ana Mato (cuya implicación en la trama Gürtel le obliga a dimitir),
para dirigir personalmente la gestión de la crisis.
Afortunadamente, la enfermera pudo superar el contagio y
recuperar la salud, lo que ha llevado al consejero bocazas a atribuirse el
mérito, declarando: “Si lo hubiese hecho mal, Romero no estaría hablando. Lo
que tengo que hacer es felicitarnos porque no se ha muerto y porque haya tenido
un final feliz”. Tales palabras en boca del responsable del mayor desaguisado
de la historia sanitaria reciente española son inaceptables y bochornosas. Por
eso, el miércoles pasado, el día siguiente de que la Organización Mundial
de la Salud
declarara a España “oficialmente libre” del ébola, este impresentable médico,
vestido de político, fue fulminantemente cesado del cargo, dos meses tarde de
comenzar a meter la pata en la gestión de una cartera para la que no estaba preparado: su incontinencia verbal lo traicionaba. No podía controlar su
lengua, que antes de abandonar el cargo, le llevada a decir: “Si mi gestión no
hubiese sido correcta, España seguiría teniendo esta enfermedad (ébola)”. Y es
que todavía no lo admite ni lo entiende: lo han echado por bocazas, además de
incompetente, doctor Rodríguez. Ahora ya puede irse a vivir del cuento sin perjudicar a nadie.
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