Cabría preguntarse: ¿Otra Tierra es posible? Dada la inmensidad del Universo, estadísticamente es más que posible que muchas Tierras giren en torno a innumerables soles capaces de formar sistemas planetarios parecidos a nuestro Sistema Solar. La probabilidad de descubrirlos es, no obstante, muy remota, por no decir imposible. La distancia que nos separa de la estrella más cercana,
Lo atractivo del último descubierto es su similitud
planetaria con la Tierra ,
tanto por tamaño como por la distancia a la que orbita alrededor de su sol, lo
que significaría que podría reunir las condiciones necesarias para que se
reproduzcan, allí también, los elementos que han hecho posible la vida en
nuestro planeta. Los astrónomos recrean en sus dibujos imágenes de la presunta apariencia
física del nuevo planeta, al que sólo le faltaría disponer de una evolución
natural para que seres inteligentes pudieran en estos instantes cavilar sobre
la probabilidad de que en ese puntito azul, con el que nos identifican a lo
lejos, también tenga esperanzas de albergar vida razonable. Tan imposible es
que nosotros detectemos tal cosa como que ellos puedan hacer algo semejante, si
tuvieran nuestro desarrollo.
Por muchas películas de ciencia ficción a las que estemos
acostumbrados, el día que sucediera un descubrimiento de esta naturaleza –descubrir
una civilización extraterrestre-, las repercusiones serían inimaginables, en
todos los sentidos, incluido el religioso. Se derrumbarían de súbito desde el
antropocentrismo de nuestra filosofía y ciencia hasta la creencia de un Dios que
nos hizo a su imagen y semejanza. Si el choque de civilizaciones en nuestro
planeta siempre se ha saldado con el aplastamiento de la más débil y su total sumisión
e integración a la más poderosa y fuerte, no necesariamente más avanzada culturalmente,
el encontronazo con otra Tierra sólo traería problemas que agravarían aún más
nuestros padecimientos por espacio, recursos, avaricia, alimentación, poder y,
en definitiva, supervivencia.
De ahí que, ante el descubrimiento de un nuevo planeta
parecido al nuestro, mi primera reflexión fuera de que otra Tierra es posible,
pero no deseable. Reconozco que tal pensamiento nace del miedo a encontrar
seres con nuestras propias intenciones y tendencias. Y si existen, cuánto más
lejos, mejor. Hacedme caso: dejar de escrutar el Universo con esos telescopios.
Acabaremos llevándonos una desagradable sorpresa y encontrar otros ojos que nos
observan con idéntico apetito por ampliar mercado.
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