El pasado martes día 5 cumplía 92 años el filósofo sevillano
Emilio Lledó (5 de noviembre de 1927), el nonagenario más ilustre de la
actualidad y uno de los pensadores más importantes de esta época nuestra, tan
dada a la imagen y tan huidiza de la reflexión. Se trata de un sabio vivo que,
a través de numerosas obras, ha plasmado su preocupación sobre la relevancia de
la cultura, la memoria, la educación y la ética en la formación de las personas,
en un mundo que tiende a corromper y atrofiar al pensamiento. Su inteligencia y
sensibilidad quedan reflejadas en la fecunda producción intelectual que ha desarrollado
a lo largo de toda su vida, tratando de disolver los “grumos” que la desidia o
el descuido producen en la mente. Con su magisterio, impartido en las
universidades (Valladolid, Barcelona, Tenerife y Madrid) o en los libros, no
dejó nunca de inculcar el entusiasmo por el conocimiento, recalcando el valor
de la libertad y el poder de transformación de la educación. Su defensa de la
educación pública es insoslayable, valorándola como condición indispensable para
la formación de ciudadanos libres, críticos y responsables con la sociedad. La
vida y la obra de Emilio Lledó, corta en términos biológicos, será inmortal gracias
al legado de su ejemplo y sus ideas, condensadas estas últimas en obras que
enriquecen mi biblioteca y mi espíritu, como Lenguaje e historia (Taurus),
El epicureísmo (Taurus), El elogio de la infelicidad (Cuatro), El
silencio de la escritura (Austral), Los libros y la libertad (RBA
libros), Sobre la educación (Taurus) y El surco del tiempo
(Austral). ¡Feliz cumpleaños, sabio inmortal!
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