Hay conmemoraciones festivas, pero también las hay sumamente
ingratas por imprescindibles, como la de hoy: Día Internacional de la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Pocas celebraciones son tan
necesarias como la que invita a reflexionar sobre las causas que aún subsisten
para tratar a la mujer con desigualdad y violencia, como si fueran seres
inferiores que no merecen respeto y que sólo con la correa se les obliga a
obedecer… al hombre, naturalmente. Una fecha pertinente por cuanto todavía hay
quien considera que predicar la igualdad en derechos de la mujer e impulsar
políticas y medios para combatir y erradicar la violencia machista que se
ejerce contra ellas es, simplemente, “ideología de género”, una especie de “pensamiento
único” que los “progres” intentan imponer al conjunto de la sociedad. Sólo los
muy cavernícolas de mollera piensan y, lo que es peor, votan eso.
No existe “ideología de género”, sino grados de civilización.
Considerar al ser humano, sea hombre o mujer, depositario de iguales derechos y
oportunidades en todos ellos, sin discriminación de ningún tipo, no es
preceptivo de la izquierda o los progresistas, sino de todas las tendencias
políticas “modernas” o civilizadas, cuyos idearios se adecúan a los avances de
la humanidad. Se puede ser conservador en lo económico y hasta en la moral,
pero defensor también de la dignidad y la igualdad de la mujer, en la misma medida
que esa ideología ha asumido el divorcio, la emancipación de la mujer en
cualquier ámbito social, laboral o económico y hasta su acceso, en igualdad de
condiciones con el hombre, en el ejército y demás cuerpos armados. No es, pues,
ideología, sino civilización.
Las relaciones entre el hombre y la mujer han de basarse,
por tanto, en la igualdad de derechos de ambos, sin importar el sexo, y no en
la sumisión o la pertenencia al hombre. Está establecida en los principios de
libertad e igualdad, mediante los cuales la relación se desarrolla sobre el
respeto recíproco, la voluntariedad y la cooperación para afrontar unidos una convivencia
en común y de acuerdo a ideales compartidos. En esa relación civilizada no cabe
la violencia ni la desigualdad. Luchar contra estas lacras del pasado, cuando
la mujer carecía de alma, no podía votar o debía pedir autorización al marido
para abrir una cuenta corriente y cuando la violencia machista era
consustancial al matrimonio, es tarea de todos, independientemente de la
ideología política de cada cual. No es cosa de “progres”, es de cualquier persona
civilizada.
Por eso, porque desgraciadamente existe la violencia
machista y los que piensan que el papel de la mujer es subordinado al hombre, se
hace imprescindible, no sólo la conmemoración de un Día Internacional contra la
Violencia sobre la Mujer, sino cuantas manifestaciones y actos públicos se
puedan celebrar todos los días en defensa de su libertad, igualdad y respeto. No
apoyar individual o institucionalmente estas medidas por la erradicación de la
violencia contra la mujer y la desigualdad es mantener comportamientos anclados
en el tiempo de las cavernas, cuando el troglodita arrastraba por los pelos a
su hembra. De aquella mentalidad procede la consideración de la condición
subsidiaria de la mujer respecto del hombre y la negativa a reconocerle
derechos y libertades, sin discriminación de ningún tipo.
Celebremos esta fecha, 25 de noviembre, que la ONU
estableció como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la
Mujer, como una oportunidad para reflexionar y avanzar, conjuntamente como
sociedad, en el modelo de convivencia que preferimos mantener entre hombres y
mujeres, aquel que nos reconoce como seres humanos que disfrutan de igualdad en derechos y oportunidades. Y para concienciarnos de que los avances civilizatorios,
no las actitudes retrógradas, permiten el progreso y el beneficio para todos,
mujeres y hombres, miembros de una única humanidad. También para impedir que
los retrógrados nos hagan renegar de las conquistas que nos han permitido ser
civilizados, justos, tolerantes y libres. Por eso son estos días conmemorativos
tan importantes: nos enfrentan a problemas que socialmente aún no hemos
resuelto de manera definitiva. Y porque aún se asesina a muchas mujeres por el
mero hecho de serlo y estar consideradas una pertenencia material del hombre. Con
más de 50 crímenes machistas cometidos este año en España, sin contar otros
feminicidios, todavía hay quien cree que proteger a la mujer es innecesario por
ideológico. Y tiene seguidores. ¡Cavernícolas!
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