Tras la tempestad
viene la calma, enseña el refranero, por lo que era previsible que, después
de las lluvias de los últimos días, vinieran los claros que permiten que los rayos del Sol alcancen
la superficie de la tierra e iluminen y templen los días, para regocijo de
quienes sólo admiten como buen tiempo al soleado y seco. Cambios climáticos que
corresponden con la estación primaveral, de la que el refranero también recela,
advirtiéndonos de que cuando marzo mayea,
mayo marcea, como ha ocurrido, pero con un febrero más propio de la
primavera que del invierno. Nada permanece inalterable y, menos aun, eterno,
como saben los filósofos y el hombre cabal, aquel que sola ratione ducitur*, que decía Spinoza. El mal y buen tiempo son pasajeros,
como la vida y las cosas. Y aunque los claros asomen entre las nubes y nos
alegren el ánimo, tarde o temprano darán paso a las inclemencias que tanto nos
disgustan. Por eso, celebramos el anuncio de días azules como algo momentáneo que
hay que aprovechar y disfrutar. Y, así, hasta que se pueda.
--------------------------* Sólo se guía por la razón. Ética, IV.
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