Sí, miedos en plural, porque son muchos los que me asaltan
cuando más seguridad debiera tener. Sin embargo, los años me vuelven temeroso
ante los imprevistos a que estamos expuestos y frente a lo desconocido que aumenta
cuanto más creemos saber. Y por el futuro, esa mezcla de imprevisión e
ignorancia que impregna un porvenir que a cada paso parece más lejano y siniestro.
Cualquier contratiempo, por nimio que sea, me desvela por las noches porque me
hace temer no sólo que no pueda resolverse, sino que, incluso, empeore hasta agobiar
de complicaciones una rutina a la que me había acomodado plácidamente. La
simple rotura de una cisterna hasta una tos persistente me altera los nervios
por las sospechas que enseguida me despiertan de males aún mayores que pudieran
esconder. Son muchos los miedos que me sobresaltan a una edad en que debía
estar curado de espanto. Miedos que me hacen buscar refugio en lo próximo e
íntimo, en lo que me protege del mundo y sus peligros: en la lectura y la
escritura. Sólo así consigo la sublimación de mis múltiples miedos. Me reconozco
cobardica en cuanto levanto la mirada de una página.
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