Como manda la tradición y el fervor religioso, la Semana
Santa acapara las calles y plazas de la ciudad con procesiones de cofradías y
nazarenos, acompañadas o no con bandas de música, escolta policial de la
Guardia Civil y representación de la Autoridad municipal, con sus
correspondientes uniformes de gala y trajes oscuros con corbata negra, sobre
los que cuelgan galones, medallones e insignias que demuestran el mérito de
cada cual. Es una liturgia solemne de exhibición de una fe pública, a la vista
de todos, sean creyentes o ateos, que cada año me despierta el mismo estupor,
fruto de mi incapacidad para comprender tanta trascendencia sobrenatural. No puedo
evitar, siendo tan maduro como soy y tener este blog la antigüedad que tiene, repetir
los mismos argumentos que, con todo respeto, me llevan a no participar de la
irracionalidad colectiva que se pasea por la vía pública durante esta semana,
aunque la tolere a la fuerza. ¡Qué le vamos a hacer: resignación cristiana!
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