sábado, 23 de junio de 2018
Verano fugaz
Hace poco que comenzó el verano, justo en el día más largo del año. Pero es curioso que, desde el nacimiento de esta estación calurosa, los días comiencen a menguar tan imperceptiblemente que hasta mediados de agosto no notamos que anochece cada vez más pronto. Y es que así es el verano, algo que siempre va a menos, que apuramos sabiendo que se consume y acaba, aunque el calor de algunas jornadas nos agobie como una sauna en el infierno. Es la estación propicia para el descanso y las vacaciones, actividades por definición pasajeras, breves, cuasi suspiros que nos hacen sentir el instante antes de que disuelva en la vorágine de la rutina. El verano, que ya mengua, acaba de iniciar su recorrido por nuestra piel y su calor nos acompañará hasta, incluso, cuando se haya ido, hasta ese otoño de sueños grises y abrazos fríos. Tiempo de siestas pegajosas y noches de chácharas, esta estación de luz y jolgorio se antoja fugaz como una vida contemplada a la edad en que todo es imparable y nada permanece, salvo la ilusión que nos despierta. Todavía queda todo el verano por delante, pero ya notamos, sin desearlo, que se va apagando, va consumiéndose tan inexorablemente como el brillo de nuestros ojos o la fuerza de nuestros anhelos. Así es el verano, como la vida, algo que aprovechar mientras dure.
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