"Teresa soñando" de Balthus |
Aquella
petición de censura, a la que afortunadamente no hizo caso el MET, advertía de
que la niña aparece en el cuadro en una posición “sugerente”, por lo que parecía
“perturbador” que el museo exhibiera esa pintura, precisamente en pleno auge
del escándalo de acosos y abusos sexuales cometidos por el productor Harvey
Weinstein a actrices de Hollywood.
"Olympia" de Manet |
Aunque es cierto que existe el debate sobre el carácter
perturbador de algunas de las obras de este artista figurativo, por centrarse
en la figura de niñas púberes en posturas desenfadas o recostadas, tal criterio
llevaría a censurar la Venus de Urbino de Tiziano, Olympia de Manet, Dánae de Klimt, La maja
desnuda de Goya o La maja del espejo
de Velázquez, entre otras muchas. Y obligaría a recuperar la hoja de parra para
tapar las “vergüenzas” en las esculturas o cubrir totalmente el cuerpo de la
mujer, como todavía obliga el Islam más radical en algunos países musulmanes hoy
en día.
Sin embargo, la figura femenina, sea niña o mujer, siempre
ha sido objeto del arte por inspirar un ideal de belleza, representar
sentimientos o conceptos y expresar valores o sensaciones, aunque también puede
reflejar la mentalidad del autor y su época, e, incluso, la dicotomía entre el
deseo y la destrucción, el Eros y el Tánatos que la mujer encarna por su
capacidad de engendrar vida o negarla. Es por ello que un ingente número de obras del arte más universal son representaciones femeninas. Y la mayoría de
ellas son desnudos femeninos, una desnudez alegórica que trasciende la corporeidad
de la figura femenina. También es verdad que predomina la visión masculina del
autor, que contempla el desnudo femenino en la obra pictórica con naturalidad,
no así el masculino.
"Dánae" de Klimt |
Pero más allá de la pretensión del autor, es la mirada del
observador la que insufla juicio estético e intencionalidad, da sentido a lo
observado, en función de la perspectiva cultural desde la que se mira y la
interpretación que se haga a través de la propia capacidad artística para
contextualizar la obra. Es lo que condiciona que no sea lo mismo mirar un
cuadro con la actitud mojigata de la época victoriana que desde los tiempos en los
que la mujer ha conquistado su derecho a la igualdad. En cierta forma, sucede
con el arte algo parecido a la interpretación de los textos literarios que
estudia la semiótica, al distinguir que existe una intentio auctoris (lo que pretendía expresar el autor), intentio operis (lo que dice realmente el
texto) e intentio lectoris (lo que
interpreta el lector). La pintura, como un lenguaje más, está nutrido de
referencias y signos simbólicos que pueden ser interpretados con diferentes
significados, con diferentes sentidos.
Quien observa proyecta su moral y hasta sus prejuicios sobre
la obra pictórica, como hicieron quienes protestaron en Nueva York, y puede
llegar a considerarla obscena o sublime, según los significados que sea capaz
de percibir y los estereotipos culturales con que la interprete. De ahí que se
puedan hacer lecturas morales del arte en distintas épocas y sociedades. Pero
de lo que no hay duda es que siempre existirá debate sobre la relación entre el
arte, la moral, el sexo, la religión y hasta la política o, mejor dicho, el
poder.
"La maja del espejo" de velázquez |
Lo más significativo de toda esta polémica es que a muchas
personas les puede parecer “provocativa” y “sugerente” la pintura de Balthus
porque en su lenguaje pictórico utiliza niñas que duermen, se relajan o no
tienen cuidado de su postura, pero no muestran la misma preocupación para censurar
la escandalosa pobreza que nos perturba a diario a causa de la sugerente
codicia del orden capitalista global. Al parecer, son sensibilidades distintas
y, a veces, contradictorias. Pero existen diferencias: el arte no ocasiona víctimas
como la pobreza, a pesar de que para algunas mentes sea más peligroso una obra
artística que el hambre y un sistema económico que condena al empobrecimiento
a la mayor parte de la población. Cuestión de gustos.
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