Ya hace tiempo estimamos en estas mismas páginas la opción de la abstención como
única solución responsable para evitar unas terceras elecciones que abocarían
al país a una situación de peligroso deterioro político y social. Sin embargo,
también asegurábamos en aquella ocasión que dicha decisión debería explicarse,
con grandes dosis de pedagogía, a los simpatizantes socialistas, gran parte de los
cuales son partidarios de impedir un gobierno del PP, y al resto de los
ciudadanos, a los que sorprendería la postura del PSOE. Creemos que hay
obligación de aclaración porque, en principio, ni unos ni otros perciben claramente
la importancia de contribuir a la gobernabilidad del país de manera preferente frente
a los intereses partidistas de los socialistas. Sería la primera vez en
democracia que el PSOE permitiera, con su abstención, la formación de un Gobierno
conservador. La Historia
juzgará este momento sin precedentes y valorará si la decisión del PSOE socava
o cimenta la estructura de un partido centenario que hace prevalecer los
intereses del Estado a los suyos propios.
Para dejarse llevar por la demagogia simplista y vocinglera ya
existe otro grupo en el Parlamento español que no ha tardado en calificar a los
socialistas de aliados del PP y de abandonar la representación política de los
humildes y desfavorecidos, de los trabajadores y clases medias, para venderse a
las élites y los poderosos. Una crítica preocupante si no fuera porque los
mismos que la formulan impidieron un gobierno del PSOE cuando pudieron
respaldarlo, hace escasos meses, y prefirieron “aliarse” con la derecha para
votar no. Prefirieron ejercer la “pinza” contra una opción de gobierno
progresista.
Sería fácil, si no fuera redundante, razonar los motivos de
la decisión adoptada por el Comité Federal del PSOE de abstenerse en la próxima
sesión de investidura de Rajoy, pero parece más pertinente abundar en las
posibilidades que se le presentan a los socialistas de controlar y modificar
las iniciativas que un Gobierno en minoría ha de tramitar en el Parlamento de
la nación. Que esa capacidad de influir en las políticas de los conservadores, cada
vez que pretendan aprobar cualquier ley en el Congreso de los Diputados, es
mucho más eficaz y respetuosa con la voluntad transformadora del PSOE que unas
terceras elecciones de resultados imprecisos, no hay duda. Sólo por ello es
preferible la abstención al no. Y sólo así, visibilizando el comportamiento
parlamentario de los socialistas a lo largo de la legislatura –dure lo que
dure-, será posible demostrar que el PSOE defiende los intereses de los
trabajadores, procura una sociedad con menos desigualdad y se opone a las medidas de
austeridad que empobrecen a los ciudadanos. Frente a la demagogia barata, podrá
demostrar la idoneidad de la responsabilidad y la seriedad de un partido que
ignora las banderas del oportunismo populista.
En cualquier caso, el PSOE tenía una difícil papeleta y ha
optado por la decisión menos mala en esta tesitura en la que nos encontramos
desde hace casi un año y bajo amenazas de nuevos recortes y ajustes. Una vez
arranque la legislatura, la cotidianeidad parlamentaria hará que todos se
“retraten” y muestren sus verdaderas intenciones y a quién representan
realmente. Será una legislatura apasionante.
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