Ni el motivo que supuestamente persigue esta celebración ni la
excusa histórica en que se basa soportan un planteamiento racional y sensato. En
primer lugar, porque no hay necesidad de concienciar agradecimiento alguno
hacia el padre, por cuanto tal sentimiento depende de la educación y la crianza
que los hijos hayan mamado en el seno de cada familia. Más bien son necesarias
más escuelas y más facilidades para la educación. Y en segundo lugar, porque no
parece apropiado relacionar una festividad religiosa, cogida por los pelos,
para honrar la paternidad, ya que escoger como símbolo, en los países de
tradición católica, a san José, el padre putativo de Jesús, resulta no sólo
artificial sino contradictorio, puesto que según la Biblia el marido de María
no fue padre ni contribuyó en nada a la concepción milagrosa de su supuesto
Hijo. Si se hubiese seleccionado este santo para conmemorar el Día del Hijo No
Natural, a lo mejor esta leyenda religiosa hubiera resultado más oportuna y acertada.
Y es que el patético Día del Padre siquiera sirve para
sensibilizar sobre el respeto y la honra que los progenitores merecen cuando tales
valores están en retroceso en una sociedad decadente y materialista como la
nuestra, en la que impera el egoísmo, la competitividad y la acumulación de
inutilidades que te hacen parecer más importante cuanto más tonterías adquieras.
Ni las colonias ni las corbatas suelen venir movidas por el amor o la gratitud,
en todo caso por la sensiblería hipócrita de unos descendientes que pecan de consumistas
pese a sufrir la carencia de oportunidades que les ofrece un presente lleno de
dificultades y donde estudiar no es garantía ni de futuro ni de modales. Si los
hijos engreídos “pasan” de sus padres y los oprimidos no están para acordarse
de chorradas como las del Día del Padre, los únicos que pueden permitirse la veleidad
de felicitar a sus “viejos” son los que creen que, por un día, ya demuestran lo
presentes que tienen a sus padres y su preocupación por ellos.
Salvo para la actividad mercantil, que así incrementa sus
ventas, el Día del Padre es el invento más inútil y bochornoso que existe en el
calendario de festividades. Aparte de su carácter comercial, parece premeditadamente
instituido para consolidar un modelo de familia y un contexto social
determinado, basado en el matrimonio heterosexual tradicional, en que el
patriarcado configura una estructura social machista dominante. Si sólo fuera
por ello, el oprobio que causa es suficiente para suprimir esta conmemoración.
Pero es que, además, el patético Día del Padre aumenta el número de ingenuos que
se guían siguiendo reclamos comerciales y expresan sus sentimientos por indicación
propagandística, no por sincera y espontánea voluntad. ¡Puaf!
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