Por primera vez en la historia tributaria de este país, Hacienda hace pública la lista de contribuyentes que no están al día en el pago de sus impuestos y son deudores con el Estado. Todos ellos deben más de un millón de euros, cantidad mínima para figurar como “moroso” en esa relación de personas físicas y jurídicas que, por una razón u otra, no aportan a las arcas públicas lo que debieran en relación con sus ingresos y patrimonio. Adeudar más de un millón de euros no está al alcance de cualquiera, sólo de los pudientes a los que esa cantidad representa un porcentaje de sus beneficios o una parte de lo que discretamente manejan o administran.
En la lista de Hacienda hay para escoger, desde empresas de
todo tipo a personas particulares, pero sobre todo ricos. Causa “rubor”, aunque
no sorpresa, que destacados personajes o grandes firmas comerciales, como Mario
Conde (exbanquero) o Victorio&Lucchino
(modistos), figuren en una relación de deudores renuentes a contribuir con
el bienestar de todos, no sólo en el suyo propio. No causa sorpresa porque sólo
los más afortunados, los agraciados por la diosa fortuna, pueden permitirse el
lujo de escamotear sus obligaciones con el fisco mediante desgravaciones,
inversiones, paraísos fiscales y mil artimañas que no están al alcance de
cualquiera. A un trabajador, por cuenta ajena o autónomo, le embargan
directamente de la nómina o de sus rendimientos cualquier deuda con la Agencia Tributaria
y, en general, con cualquier Administración pública. Desde una multa a una tasa
municipal que agote los plazos de pago, con sus correspondientes sobrecargos
por demora, son deudas que pasarán inmediatamente a ser descontadas de
cualquier cuenta bancaria que figure a nombre del deudor, sin posibilidad
alguna de reclamación y sin necesidad de figurar en ninguna lista cuya
finalidad, al parecer, es únicamente la de dar a conocer la identidad del
“moroso”, se sobreentiende que con la intención de minar el prestigio del
afectado y causar descrédito personal o empresarial.
En esta primera “lista del millón” figuran más de 4.000
personas jurídicas que acumulan una deuda con Hacienda superior a 14.000
millones de euros, más otras 345 personas físicas que deben otros 700 millones
de euros. En su conjunto, con todo el dinero que deben al Estado, se podría
financiar, sin aplicar recortes, la atención de las personas dependientes en
nuestro país que el Gobierno ha dejado sin ayudas. Si a la deuda anterior,
sumamos lo que no se ingresa por fraude en el IVA, el dinero negro, la evasión
fiscal y todo lo sustraído con la corrupción política y financiera, en España
no sólo no habría que aplicar “recortes” en los servicios públicos, sino que
sobrarían recursos para edificar un Estado de Bienestar aún más amplio y
sólido, capaz de satisfacer las necesidades de los más desfavorecidos y paliar
las desigualdades existentes nuestra sociedad. Podrían, incluso, extenderse aún
más la educación y la sanidad, y se garantizarían las pensiones, sin detraer
recursos del Fondo de Reserva de la Seguridad Social.
Pero, la publicación de una lista de deudores con Hacienda, por
mucha curiosidad que despierte entre la población conocer la identidad de sus
integrantes, no soluciona el problema de recaudación de impuestos del que
adolece nuestra política fiscal. La eficacia de la lista se restringe a
satisfacer el “morbo” de unos medios de comunicación ávidos de espectáculo y el
de las personas sedientas de historias escabrosas. Ni siquiera sirve para, por
miedo al descrédito y la pérdida del prestigio, que los futuros defraudadores o
incumplidores de sus obligaciones con el Estado se abstengan cometer tan
“impopulares” infracciones. Es decir, no vale para disuadir al futuro infractor
o delincuente.
Que en esa lista figuren exmandatarios de clubes de fútbol,
abogados, motoristas, empresas constructoras, inmobiliarias, jueces, grupos de
comunicación, grandes familias, políticos o exbanqueros apenas aporta nada a la
lucha fiscal ni a la moralidad y decencia cívicas. Al que no paga porque no
quiere o no puede, una lista en la que figure su nombre no le desanimará de intentar
evadir sus impuestos ni tampoco le permitirá solventar sus problemas
financieros. La eficacia en la recaudación tributaria pasa por la lucha contra
el fraude y la elusión fiscal. Y eso sólo se consigue con medios legales y
dotación de recursos. En vez de leyes de amnistía fiscal y recortes en las
plantillas de los empleados públicos de la Agencia Tributaria
(AEAT), son aconsejables leyes rigurosas, agravar el delito fiscal, auditorías
a empresas y personas jurídicas, y aumentar la dotación de inspectores y
recursos de Hacienda.
Es evidente que lo más barato y “popular” son las listas de
morosos, pero la eficacia contra el fraude requiere otros mecanismos más
complejos y costosos, que permitan equiparar la AEAT a la de los países con rigor fiscal de
nuestro entorno en cuanto a medios humanos y materiales. Mientras esto no se
haga, seguiremos hablando de que Mario Conde o Victorio&Lucchino, entre otros muchos y conocidos, engañan al
fisco. ¡Como si no lo supiéramos!
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