En memoria de Andrea Lago, la niña gallega para la que sus padres tuvieron que suplicar y denunciar una muerte digna, y que ayer pudo al fin descansar y dejar de sufrir.
La muerte la acechó doce años,
instalada en la tristeza de sus ojos,
para arrancarle al fin la vida
dejando en un hospital los despojos
de una criatura sin niñez,
pasto de médicos y antojos
que intentaban conservar el aliento
de quien ya era presa del enojo
de una muerte obsesionada
con Andrea, la niña de mis abrojos.
1 comentario:
Cuanta razón tienes, descanso ella y sus padres...
Calidad no cantidad.
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