Y es que, de la misma manera que han manipulado el tema del
aborto, presentándolo como un alegato en defensa de la vida del “nasciturus”
para atraerse al sector más reaccionario y confesional de la sociedad y ganar
así por mayoría absoluta las últimas elecciones, también utilizaron el grave
problema del terrorismo y a las víctimas de la violenta de ETA para granjearse la
adhesión de una derecha cerrada a cualquier racionalidad en la lucha
antiterrorista. Entonces eran tiempos de férrea oposición a un Gobierno socialista,
al que se le negaba todo apoyo y colaboración en su enfrentamiento con el
terror desde la ley y el diálogo, a pesar de haber mantenido, ellos también bajo
la égida del idolatrado jefe José María Aznar, negociaciones con la banda
terrorista años antes. Décadas de repartir tiros en la nuca y poner bombas-lapa
bajo los coches de políticos, policías y militares no impidieron a ese líder
carismático de la hipocresía conservadora de calificar a la banda asesina como
“movimiento vasco de liberación” en cuanto le convino para sus planes
megalómanos de gran “estadista”, lo que hubiera podido perpetuarlo, a él o a su
formación, en el poder al haber derrotado a ETA.
Obviando ese bochornoso episodio de la historia, el Partido
Popular negaría todo consenso a los socialistas y echaría en cara al presidente
José Luis Rodríguez Zapatero el haberse “vendido” a los terroristas cuando
exploró vías para una paz basada en el diálogo, aún siendo el único mandatario
que emprendía negociaciones con representantes de ETA tras la autorización
previa del Congreso de los Diputados. Estos hechos no podían estropear la dura
estrategia de los `populares´, empeñados en presentar al Gobierno como “blando”
frente al terror, aunque en esa etapa se apresara el mayor número de comandos y
terroristas y se “descabezara” en varias ocasiones a la cúpula directiva de la
banda, gracias a la colaboración policial de Francia. El PP no se privaría de
cuestionar al Gobierno y de incitar el rechazo y el enfrentamiento de las
asociaciones de víctimas del terrorismo a un Ejecutivo que había sido también
el único que había creado una oficina gubernamental para interceder en defensa
y protección de las víctimas del terror.
Semejante actitud dogmática e hipócrita de los conservadores
sería puesta en evidencia cuando, años después y por imperativo judicial del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, esa derecha monolítica e inmovilista tuvo
que poner en la calle a decenas de presos etarras a quienes se les había
aplicado la Doctrina Parot
con carácter retroactivo, que ampliaba sus condenas. Esta vez había que
respetar una ley que emanaba de Europa después de haber negado la legalidad que
amparaba iniciativas menos “traumáticas” de los socialistas. Y, de idéntica manera que ahora con el aborto,
el Gobierno conservador del Partido Popular, tan intransigente en la oposición,
“traicionaba” entonces a las corrientes más sectarias de su electorado, tras
haberse manifestado y gritado en la calle el cumplimiento íntegro de condenas y
afear cualquier medida humanitaria a condenados en estado terminal, al verse
obligado a liberar etarras que cumplían penas de cárcel y que salían
exteriorizando gestos de victoria. Ese mismo Gobierno que “traiciona” a los
ultracatólicos y a la jerarquía eclesial española con el aborto, también “traicionaba” a los ultradefensores de la
venganza y la ley del Talión. Por lo visto,
las “traiciones” no son nada nuevo en el Partido Popular.
Ni siquiera las dificultades que se ceban en los hogares
españoles, empobreciéndolos y privándolos de ayudas cuando más falta hacen,
están exentas de ser utilizadas con fines torticeros por estos “profesionales
de la traición”. Tampoco tendría empacho el Partido Popular, al inicio de la
crisis económica, de endosar toda la responsabilidad al Gobierno socialista y
de haber agravado, con sus medidas políticas sociales y de prioridad del sector
público, las consecuencias del aumento del paro y del crecimiento de la deuda
que se derivaban de ella. No importaba que las primeras recomendaciones del
Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo fueran contracíclicas
frente a un problema financiero, generado por la avaricia especulativa, del que
se ignoraba su magnitud. Los `populares´ pregonaban desde la oposición que el
simple cambio en la presidencia del Gobierno traería consigo la confianza de
los mercados y la recuperación de la actividad económica. Mientras empeoraban
los problemas, más se alegraba el PP, hasta el extremo de que el futuro
ministro de Hacienda de Rajoy, Cristóbal Montoro, se jactaba en asegurar
eufórico que “cuánto peor, mejor” para sus planes.
Ahora los “traicionados” son las clases medias y trabajadoras, saqueadas hasta la extrema pobreza, vilipendiadas, arrebatados sus ahorros, expulsados de sus trabajos o reducidos sus salarios, eliminados de derechos y prestaciones, abandonados a su suerte, vapuleados por empresarios y bancos, tachados de culpables de una crisis de la que son víctimas, anestesiados por la propaganda y la manipulación más groseras del Gobierno, adoctrinados por la televisión y los púlpitos, reducidos a clientes en vez de usuarios de servicios públicos, frustrados por las carencias que les imponen, sean educativas, sanitarias, de dependencia, de jubilación o de becas, y atemorizados por el negro futuro que les auguran todos los profesionales de la traición. Ahora es casi toda la población la que se siente “traicionada” por un Partido Popular que ya no puede engañar a nadie más, porque esta “traición” a la mayoría sólo ha respetado a los banqueros y los acaudalados de la sociedad, únicos sectores que se han beneficiado de “rescates” y ayudas fiscales para “blanquear” sus capitales evadidos al extranjero. A cambio de estas “reformas estructurales”, ocultadas oportunamente en los programas electorales de quien gobierna, los trabajadores y los más desfavorecidos de la sociedad han tenido que cargar con el traspaso de recursos desde
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