Un equipo de 10 forenses, encabezado por el antropólogo Francisco Etxeberría, presidente de
Sin cuestionar el interés antropológico de los investigadores por hallar los restos de una de las más ilustres figuras españolas de la literatura de todos los tiempos, habrá que ponderar que, entre los huesos y la obra de Miguel de Cervantes, debería prevalecer el conocimiento y difusión de su obra a la hora de dispensar recursos públicos. La ciencia ha de explorar todo lo ignoto y desconocido para encontrar las causas que explican la realidad, siempre y cuando ello acarree un enriquecimiento al caudal de conocimientos adquiridos. Identificar la tumba de Cervantes entre los nichos que alberga el convento donde está enterrado el genial escritor poco añade, aparte de la exactitud física del lugar y de sus restos osteológicos, al legado literario que lo hace brillar con luz propia en la cultura universal.
Miguel de Cervantes fue un aventurero y un conflictivo
personaje que, en su vida personal, tuvo diversos enfrentamientos con la
justicia. Por ese motivo huyó a Roma donde se familiarizó con la literatura
italiana. Allí se alistó como soldado en el tercio de don Juan de Austria y
combatió en la batalla de Lepanto, resultando herido de dos arcabuzazos en el
pecho y la mano izquierda, que quedó anquilosada, pese a lo cual fue tildado como
"el manco de Lepanto”. De vuelta a España fue capturado por los turcos y estuvo
cinco años cautivo en Argel, lo que se evidencia en datos autobiográficos en La
Galatea , en el Persiles
y en las comedias El trato de Argel y
Los baños de Argel.
Quiere decirse que, más allá de las circunstancias de su vida
o muerte, la importancia histórica de Miguel de Cervantes es su obra literaria y su
influencia en la literatura universal, a la que aporta la originalidad de su
escritura y la crítica satírica que hace de la sociedad de su época. Ello es lo
que vuelve clásicos a El Quijote y
las Novelas ejemplares -doce
narraciones breves-, obras de un interés permanente que trasciende fronteras. El secreto, según el
profesor Francisco Rico, filólogo y académico de la lengua, estriba en que
Cervantes “escribe como habla, con una gran naturalidad y, aunque la sintaxis
ortodoxa no lo admita, es de una eficacia y de una clarividencia
extraordinarias”.
De ahí que, puestos a escoger entre dónde reposan sus restos
y conocer su obra, yo prefiera lo segundo, y que todo el interés mediático,
científico y cultural que despierta Cervantes fuera por su literatura, no su
tumba. Será que, a semejanza del excéntrico hidalgo, a algunos nos da por combatir contra
molinos de viento, transformados ahora en georradares: cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras, como
nunca dijera don Quijote, sino cualquier otro.
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