Si había dudas de que la política está al servicio de la economía (de mercado, se entiende) y que los poderes económicos mandan sobre los políticos (que se supone responden al bien general), la confesión de Mariano Rajoy de estar sopesando una “flexibilización” de la legislación sobre el tabaquismo, más conocida como ley antitabaco (Ley 42/2010), lo aclara con rotundidad. No existe la más mínima confusión al respecto: el interés del magnate norteamericano Sheldon Adelson, empeñado en construir en Madrid un macro casino al estilo Las Vegas, está por encima de la salud de los españoles. ¡Es el negocio, estúpido! podría responderse a los que aún distinguen la economía y la política como ámbitos distintos en los que podrían colisionar intereses contrapuestos. Nunca habrá tal disyuntiva, pues siempre prevalecerá la economía, rectora de la gobernanza mundial, al interés común. Hasta tal punto hay esa subordinación que puede decirse que la democracia es fruto del interés del mercado por garantizar la seguridad y estabilidad de sus negocios transnacionales antes que al deseo por reconocer derechos y libertades a los ciudadanos. Por ello, los segundos están condicionados por los primeros.
De esta manera puede entenderse que, excusándose en la creación de puestos de trabajo, el Gobierno de España tramite incorporar exenciones a la ley que prohíbe fumar en cualquier establecimiento abierto al público para dar satisfacción a las demandas del propietario del casino y permitir no solo que sea posible mantener un cigarrillo en la boca mientras se juega a las maquinitas en salones enmoquetados, sino hasta que los menores de edad puedan hacer ambas cosas: fumar y jugar en las ruletas. No puede haber restricciones a una afluencia rentable de clientes, deslumbrados con las luces y los señuelos de un fácil enriquecimiento, que beneficie al impulsor del negocio, cuyo lucro ha de asegurarse por todos los medios, incluido el de la modificación de leyes sobre salud pública.
Previamente se ha “reformado” la “estructura” laboral para que el coste salarial de los trabajadores y los derechos que devengan en antigüedad, compensación por festivos o despido y contra posibles abusos, entre otros, no supongan un coste elevado a las empresas. Así pueden los patronos multiplicar sus ganancias y disponer de paraísos fiscales donde ocultar capitales para eludir pagar impuestos. Díaz Ferrán, aquel presidente de la patronal actualmente en prisión por su conducta fraudulenta al frente de sus negocios, es elocuente de esa ambición y avaricia sin límites.
Pero en vez de actuar con leyes que eviten tales irregularidades, el Gobierno se apresta a lo contrario, a desrregular las protecciones que hacían prevalecer la salud de los españoles sobre cualquier otra consideración, simplemente por atender la solicitud de un magnate que persigue sólo aumentar sus márgenes de beneficio. Y todo ello a cambio de unas migajas de puestos de trabajo en un país hambriento por trabajar, aunque sea en un sector que tan poco contribuye al progreso y desarrollo industrial como este dedicado al juego, la bebida y la prostitución elegante.
Hoy, Día Mundial sin Tabaco, me hubiera gustado celebrar que contamos con un Gobierno que, al regular un vicio perjudicial -científicamente comprobado- para la salud como es fumar, vela por el bienestar, la seguridad y la prosperidad, incluso sanitaria, de todos los ciudadanos, sin claudicar ante una economía que se guía únicamente por el lucro y la rentabilidad a cualquier precio. Y me hubiera gustado sentirme protegido por mi Gobierno, no sólo por no ser fumador, sino porque hace prevalecer que la exposición a los tóxicos contaminantes del humo del tabaco no provoque la muerte o la aparición de enfermedades respiratorias a millones de personas, fumadoras y no fumadoras.
Si cambiar el modelo productivo de la economía de España, basado en el ladrillo (ya desinflado) y el turismo, por el de casinos y lugares de ocio como espacios con inmunidad para saltarse las leyes que entorpecen su negocio, mal cambio hemos hecho. Si eso es I+D+i, será por las tragaperras de última generación, ruletas telecontroladas digitalmente y señoritas que innovan un viejo oficio. Sólo con esa intención se comprenden los recortes en becas, educación e investigación científica que se han realizado en nombre de una presunta austeridad. Sobran universitarios porque lo que se necesita son camareros, tiradores de cartas y vigilantes. Ya lo sabéis, chavales. El “amigo” Adelson os llama para daros trabajo.
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