Ayer celebrábamos el comienzo del año y hoy saludamos ya haber recorrido su mitad con este junio que aparece en el calendario. La velocidad es de vértigo si miramos por el retrovisor lo que dejamos atrás mientras nos afanamos con las obsesiones de un presente que nos parece eterno. Sin embargo, a pesar de lo largo o corto del camino y de lo calmo o fugaz que nos parezca su recorrido, sólo damos vueltas a las mismas preocupaciones que siempre nos han acompañado, volviendo una y otra vez a los temas y asuntos que la razón interroga: la vida y su macabro destino. Así, me doy cuenta de que me repito, como si sufriera un dejà vú, al hablar del paso del tiempo y de las vueltas que da la vida. Pero en esta ocasión puedo demostrarlo.
Sobre lo que intento escribir ya lo había abordado en una revistilla que elaborábamos un compañero y yo en el trabajo, allá por el año 1985, bajo un anonimato perfectamente identificado por los lectores y gerentes de la institución, siendo así que, al tercer número, nos apercibieron de las consecuencias del invento. “Veneno” pretendía ser una publicación satírica que, entre sarcasmo y humor, hacía crítica de personajes, conductas y funcionamiento de un hospital mastodóntico, donde centenares de personas se interrelacionan, conviven y se soportan. Y en esas páginas difundidas a fotocopias, seguramente a finales de una estación como la que ahora comienza, escribí un articulito titulado “La rueda de la vida”. Lo reproduzco para constatar que soy fanático de mis obsesiones: escribir y soñar lo absurdo. Perdonen, pues, mis manías.
“Comienza un nuevo ciclo anual de trabajo que no
interrumpiremos hasta las próximas vacaciones y en el que volveremos a ejercer
la rutina de nuestros quehaceres diarios. Volveremos a afanarnos en nuestros
trabajos con la misma desgana que el año pasado y con la misma falta de estímulos,
como no sean los del consumo por el consumo.
Idéntica será la lucha por el festivo, idéntica la relación
forzada con el compañero, idéntico el interés por las cosas… Habrá momentos de
mayor atención, transcurridos los cuales conservaremos la misma apatía
profunda. Quizá nos abonen definitivamente la subida salarial del año y
tibiamente comentaremos la insuficiente del próximo. Quizás haya una boda, quizás
un entierro o un nacimiento…, acontecimientos que, como no ocurran en nuestro pequeño y cerrado
círculo social, no pasarán de ser temas de conversación mientras nos sirven el
desayuno en el bar.
Volveremos a quemar un año más de nuestras existencias por
los pasillos, despachos y habitaciones de estos hospitales que no sirven a la
salud, sino a la enfermedad; que no previenen el mal, sino que intentan “curar”
previa generación de un lucrativo negocio para algunos; que no aumentan la
calidad de vida de la sociedad, sino que la rebajan a una mera existencia
vegetativa.
Iniciamos una nueva vuelta de la rueda de la historia –historia
en minúscula, la pequeñita y particular de cada uno- ante la cual no sabemos si
merece la pena detenerse para reflexionar. Corremos el riesgo de caer en el
pesimismo y éste es un mal compañero. Podríamos empezar a cuestionar sofismas
fundamentales sin los cuales se derrumbaría todo un sistema de organización
particular y social.
Quizá sea mejor seguir girando ciegamente, hasta que nos
apeen definitivamente en una de esas vueltas.
Es menos consecuente, menos comprometido, pero más
tranquilo. Quizás.”
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