|
Foto: Elena Guerrero |
La vida, para algunos, es una ratonera. Te atrapa en el
sinsentido de su existencia, sin darte más alternativa que sobrevivir cómo
puedas. La mayoría se amolda a lo dado, a las condiciones de esta cárcel que es
vivir y hasta presume de sacar provecho y triunfar porque se somete a traficar
con las miserias humanas. Otros, en cambio, cobardes para sublevarse, expresan
su frustración con lamentos inútiles y un pesimismo existencial proclive al
aislamiento y los hospitales. Sin embargo, todos estamos encerrados en un
callejón, sin salida ni entrada, y sin otra oportunidad que esperar la nada. La
luz del día o los colores de la primavera no logran disipar la pegajosa oscuridad
de un ambiente insalubre para la esperanza, en el que hasta los sueños remiten
a jaulas de opresión o túneles en el campo, y en los que el despertar es volver a sufrir el
ahogo de una asfixia vital. Son sensaciones que, en algunos, les lleva a creer que están atrapados en una
ratonera existencial. Como conejos en un coto de caza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario