viernes, 31 de marzo de 2017
Entre marzo y abril
Finaliza un mes y comienza otro cuando hace calor o hace frío, según soplen los vientos. Si estos vienen del norte, traen un aire helado que vuelve a cubrir las montañas de nieve y de niebla los valles, pero si son del sur, adelantan el verano y tiñen los cielos de calima, haciendo florecer los naranjos de las calles y las amapolas del campo. Es a finales de marzo y principios de abril cuando la inestabilidad se adueña del tiempo, obligando a alternar ropa de invierno y de verano en una misma semana. Ello hace coincidir a jóvenes en mangas cortas mientras exhalan vaho del frío con abuelos en chaquetones y bufandas bajo un sol que expulsa las nubes del horizonte. Para colmo, se cambia la hora y los días parecen más largos porque arrebatan minutos a la noche y la empujan hasta tarde en la mañana. Entre marzo y abril nos volvemos todos desquiciados intentando adaptarnos a tantos cambios para seguir haciendo lo mismo: disfrutar de la vida. Y sobrevivir. Sin descanso.
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