Un Día de la
Mujer que, para colmo de agravios, este año coincide con un
repute de la violencia machista en España, donde ya se han asesinado más de
veinte mujeres a manos de sus parejas o exparejas. El derecho a la vida y a la
seguridad personal de esas mujeres asesinadas se ha visto pisoteado por unos
hombres machistas que no toleran que sus parejas o exparejas escojan vivir sin
el yugo y la coacción que ellos imponen a la fuerza porque se consideran dueños
y señores de sus esposas o novias. Las consideran una propiedad que les
pertenece, no personas con las que deben acordar una convivencia basada en el
respeto y la dignidad recíproca. Mientras esa lacra de la violencia y los
abusos machistas continúe cebándose con la mujer, el Día Internacional seguirá
siendo una jornada de vergüenza y preocupación por el trato que se le dispensa,
llegando al asesinato, a la mitad femenina de la Humanidad.
Si a ello añadimos los casos que ellas engrosan de personas
raptadas y desaparecidas, de los cuales una minoría se resuelve con el descubrimiento
de un cadáver pero que la inmensa mayoría sigue sin siquiera ser investigado
–véanse los casos de Marta del Castillo, Diana Quer, etc.-, podremos afirmar
que ser mujer, todavía en nuestros días, es motivo de discriminación y riesgo,
lo que puede acarrear, no sólo recibir todo tipo de abusos y
desconsideraciones, sino incluso la pérdida de la vida. Simplemente por ser
mujer. Tal negro panorama es lo que denuncia el Día de la Mujer.
Porque la mujer sigue padeciendo una desigualdad laboral y
salarial que le niega el acceso a puestos y remuneraciones acaparados por el
hombre. Están constreñidas por un “techo de cristal” que les impide ocupar
cargos directivos de responsabilidad, a pesar de contar con idéntica
preparación y cualificación que sus compañeros masculinos, en empresas e
instituciones. Una situación que nos parece “normal”, contribuyendo así a
perpetuar una discriminación profesional desde todo punto de vista injusta. Y
las pocas que han logrado romper ese techo de cristal ha sido a costa de
sacrificar la compatibilidad familiar y debiendo demostrar unas aptitudes que
no se exigen a sus compañeros varones. Han de trabajar más, cobrar menos y
adecuarse a una imagen –uso de tacones, maquillaje y vestimenta- que denota la
mentalidad machista de la organización en la que trabajan y de la sociedad en
su conjunto. A veces, incluso, han de renunciar a la maternidad si desean
conservar el puesto tan duramente conseguido. De ello también nos informa el
Día Internacional de la Mujer ,
de sus dificultades para trabajar y ganar un salario en las mismas condiciones
que los hombres.
En definitiva, el Día Internacional de la Mujer no es una festividad
para celebrar, una jornada para disfrutar, un evento del que alegrarse y
festejar, sino un nefasto día del que avergonzarse por cómo una sociedad y una
cultura dominante, paternalista y machista, somete y castiga a la mujer,
recluyéndola a tareas menores y de atención y servicio al hombre y los hijos, y
por cómo sigue utilizando la discriminación en casi todos los órdenes de la
vida para infravalorarlas e instrumentalizarlas con objeto de perpetuar la
mentalidad que hace posible que la mujer siga dependiendo del hombre hasta para
conservar la vida y su integridad física. Y si para ello hay que invocar a
Dios, ahí está la Iglesia
para santificar la sagrada sumisión de la mujer. Ni Papa ni Jefe de Estado
en España pueden llegar a ser, por ser mujer. Ojalá llegue el día en que no haya que
celebrar ningún Día de la
Mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario