Los rostros del nuevo gabinete |
Manteniendo intacta la estructura económica y laboral,
básica para ese modelo neoliberal de sociedad, Mariano Rajoy ha confeccionado un
Ejecutivo en que los únicos retoques realizados han sido simplemente cosméticos,
de cara a la galería interna de su partido, con objeto de soltar el lastre de aquellos
miembros impresentables y cuestionados de la vieja guardia con que se había
rodeado en la legislatura anterior. Por tal motivo, ha cesado en el ministerio
del Interior a Jorge Fernández Díaz, reprobado en el Congreso de los Diputados por
unas escuchas ilegales y sempiterno condecorador de vírgenes y cofradías; a
Pedro Morenés en Defensa, quien resultaba incompatible por sus negocios en la
industria armamentística, y a José Manuel García Margallo, en Exteriores,
cartera que apenas ha servido para elevar y potenciar la presencia de España en
el mundo o, al menos, en su área de influencia, Europa y Latinoamérica, pero obsesivamente volcado en izar la bandera
española en Gibraltar, algo que quita el suelo a las poblaciones de ambos lados
del istmo fronterizo del Peñón.
Ministros salientes |
Los demás cambios en el Gobierno se han producido,
fundamentalmente, para compensar los equilibrios de fuerza que se producen entre
el partido y el Gobierno, donde Dolores
de Cospedal, como secretaria general del Partido Popular, y Soraya Sáenz de
Santamaría, como vicepresidenta del Gobierno, intentan desde hace años
controlar para imponer cada cual su influencia. El inmenso poder que acumulaba
Sáenz de Santamaría será contrarrestado por la incorporación de Cospedal a la
cartera de Defensa y con la de un hombre de su confianza en Interior, Juan Ignacio Zoido. La vicepresidenta,
en cambio, consigue que otro fichaje que le debe lealtad, Álvaro Nadal, asuma la
cartera de Energía, Turismo y Agenda Digital. El resto de nombramientos
responde a cuotas territoriales que persiguen contentar a todos, como Dolores Monserrat (catalana) en
Sanidad, e Íñigo de la Serna (cántabro) en
Fomento. A ellos se añade un técnico y experimentado diplomático, además de
jurista, Alfonso Dastis, al frente
de Exteriores, como única novedad realmente destacable del nuevo Ejecutivo de
Rajoy, con la misión de defender tras las bambalinas los intereses de España en
Bruselas y evitar los castigos y reprimendas que puedan emprenderse ante los
reiterados incumplimientos en materia económica (déficit) y social (cuota de
refugiados), entre otros compromisos.
Si el mensaje que se quería transmitir con la composición del nuevo Gobierno era de continuidad, se ha acertado completamente. Lo que caracteriza a este Ejecutivo, que mantiene el mismo número de carteras que el anterior (13) y en el que figuran cinco mujeres junto a ocho hombres, sin contar a Rajoy, es la continuidad con la que se quiere insistir en unas políticas que son contestadas en la calle y, ahora, también desde el Parlamento, donde no goza de mayoría. Los nuevos rostros no aportan ningún “plus” a favor del diálogo más que en la retórica y no en los estilos o los talantes. Con ellos, el Gobierno permanecerá prácticamente en funciones, dedicado a defender a ultranza la herencia de austeridad y recortes que recibe del anterior, mientras Rajoy se dedica a reflexionar acerca de cuándo le conviene convocar nuevas elecciones por las dificultades con las que ha de enfrentarse en un Parlamento que le discute hasta el saludo. Este ¿nuevo? Gobierno nace con voluntad de ser interino y con el evidente objetivo de poner parches que permitan sortear la encrucijada hasta que convenga convocar anticipadamente a urnas. En este aspecto, el Gobierno es transparente, al menos, en su intencionalidad. Menos da una piedra.
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