Y pasa que hay quien se cree víctima de las negligencias de
los demás y consigue montar el numerito, con el que acapara el cuarto de hora
de éxito que todos los supermodernos anhelan desde que Warhol lo anunciara una
noche de efluvios etílicos y narcisistas. Pero, sobre todo, cuando la suerte te
sonríe, a pesar del infortunio, y te coloca una cámara de televisión grabando
la escena. Estonces se aprovecha la ocasión. Porque cuando uno se considera tan
superguay de la muerte, no va a consentir mojarse el corpiño y perder la
elegancia, alejándose de allí andando y más mojado que una sardina. Mejor
seguir representando el espectáculo de rubia indignada y esperar que venga un
bombero a salvarte, trasladándote a hombros hasta donde todos aguardan el
rescate. Sabías que sería una tontería ahogarse en poco más de un metro de agua
y preferiste subirte al techo del coche, tras saltar por la ventana. Aunque ya
conocías la profundidad de la charca, porque te pusiste de pie fuera del coche y
se te mojaron las botas antes de encaramarte a su tejado, dejaste que el
oportuno héroe te socorriera, no en una barca, sino andando. Con lo cual
demostraste dos cosas: no sólo que eras super que te cagas, sino también una
consentida que se merece que papi le pague otro coche.
Lo que más indigna del suceso es la atención que le prestan
los medios, como si fuera noticia que una niña engreída no quiera mojarse el
corpiño.
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