Confesiones un día de lluvia a las gotas que parlotean con la intemperie al otro lado de la ventana.
Cabalgo solitario a lomos de mi sombra, incapaz de portar
más bandera que la de mi ignorancia y siempre dispuesto a sufrir una nueva
derrota que me estigmatice como eterno perdedor en cualesquiera que sean las batallas
que voluntaria o involuntariamente he podido emprender en la vida. Las alforjas
de mis pertenencias nunca transportaron tesoros ni prebendas, pero protegieron
con el polvo de lo inútil los escasos libros que antojaron a mi espíritu. Poco
apegado a lo material y torpe para la diversión lúdica, en encontrado refugio
en la dispersión ensoñadora y la elucubración lírica de lo desconocido o
incomprendido, lo más semejante a mi propio ser. Y he hallado consuelo a mis
tribulaciones en los amplios horizontes de la nada y en los vacíos espacios de
mi intimidad, último reducto de libertad, donde germinan las semillas de la
esperanza y la paz.
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